El mundo es un tubo (extracto)

por Martin Bollati - 2024
Las imágenes normativas dibujan los contornos de nuestra sociedad y nos obligan a acatar una posición en ella. Son imágenes automáticas que suceden al usar cualquier aparato productor siguiendo estrictamente sus reglas y ordenan nuestra realidad a partir de modelos visuales. El aparato nos espera, porque sin nosotros no puede funcionar.

Por eso, al usarlo en su carácter expectante, nos hace funcionarios. Una suave presión (click) puede producir una tremenda opresión. Y éste es el caso de las imágenes normativas. Imágenes comprimidas que poseen la estructura de la repetición categórica y que controlan la capacidad de cambio de cualquier ente.

Las imágenes normativas dicen así me veo, así te ves, así debes ver. Así ve el aparato. Las imágenes normativas están hechas de obediencia. Poseen un bajísimo grado de vitalidad, que puede hipotéticamente llegar a ser nulo. O sea que pueden llegar a producir muerte. Al suceder de forma tan repetida y veloz (por su producción automática), estas imágenes cubren estadísticamente a otras. Suceden todo el tiempo y abundan. Son imágenes globales que construyen una noción de unidad y de estabilidad. Por su multitud, parecen abundantes, pero en realidad son solo una cosa que tiende a sí misma.

En ellas todo es igual y por ellas nuestra memoria y nuestra cultura son la memoria y la cultura del aparato. Son un punto comprimido de forma anticipada y sellada y en ellas no hay lugar para el cambio. En ese punto habita el fascismo.

Nosotros, los personajes, y los otros, los fantasmas, las aborrecemos. Luchamos contra ellas desde la poesía, y los otros, los fantasmas, desde la repetición de sus cantos mecánicos al intentar que sean deformes.

Existen también las imágenes opuestas a la norma: las imágenes rebeldes. Estas imágenes surgen del desvío del centro automático con una distancia radical. Son imágenes desobedientes que suceden cuando un aparato productor se utiliza para otra cosa para lo que está hecho y el resultado que arrojan es fuertemente crítico y por eso muchas veces intolerable o abstracto.

Las imágenes rebeldes son valiosas porque producen nueva información pero casi no tienen efecto por fuera de quienes tienen interés en ellas. Son imágenes atractivas pero no es en ellas donde está la revolución. Su visualidad es de nicho y por lo tanto no modifican la dinámica general.

Pero hay otro tipo de imágenes que son de importancia vital. Las llamaremos imágenes espía. Ellas parecen imágenes normativas pero no son normales. Sugieren tener vínculo directo con el automatismo de un aparato productor, pero en realidad (im)portan información. Es decir que proveen una forma nueva por fuera de la expectativa de probabilidad para cierto dispositivo generador.

Para producirlas la distancia que ocurre en el gesto de desobediencia sobre el aparato del usuario debe ser ínfima, o indetectable en una lectura de superficie. No hace falta un régimen de uso alternativo total sobre las instrucciones de una máquina, si no una impresición especializada dirigida hacia algún parámetro específico.

Es ahí en donde son críticas. El resultado de este tipo de uso son imágenes que pueden verse sin atentar como una crisis visual. Como se confunden con imágenes normales, en general, no se cuestionan.

Son imágenes camufladas, vitales y móviles que portan tensión en potencia. Las imágenes espía son disruptivas y distributivas a la vez, por eso su categoría es de infiltradas, y por eso son las imágenes con mayor capacidad de cambio. Gracias a su camufaje pueden ingresar dentro del régimen normativo y emanar espectros nuevos desde su centro.

Y ésta es la parte donde yo me presento. Soy el personaje del ruido, o el fantasma del futuro. Hay información pendiente. Aún no la oyen pero aquí está, expectante. Entréguense a su ruido y a disfrutar aquello que no pueden entender. Este ruido es Todo-Posibilidad y por eso solo vivifica.