Ana Mendieta

El cuerpo más allá del cuerpo


por Juana Balcazar - 2023
El ocupar el cuerpo como una forma del arte, es transmutar la idea primera de la expresión a un organismo vivo. En este caso el concepto ya no es un concepto y la palabra se despoja de sus vocales. Por su parte, todos estos conjuntos de elementos respiran en el autor y alcanzan lo performativo, que es la expresión documentada. El artista comete una acción, tal como un incendio, un grito o un asesinato a lo que busca remover entre su reflexión artística. Esto me lleva a preguntar: ¿Qué buscaba remover Ana Mendieta?

Sobre la artista, una breve biografía

Mendieta nació en La Habana, el 18 de noviembre de 1948, a los 12 años se fue con su hermana a los EE.UU. en el marco de la Operación Peter Pan, una maniobra coordinada entre el gobierno de Estados Unidos, la iglesia católica y los cubanos que se encontraban en el exilio, donde más de 14.000 niños fueron llevados a territorio norteamericano entre 1960 y 1962.

Siguiendo con la pregunta de la introducción, que es también la interrogante central de estos apuntes, gran parte de las inquietudes de Ana se centraron tanto en los eventos biográficos que debió afrontar, cómo también las diferentes problemáticas y violencias que la atravesaban como mujer.

Sus primeras obras demostraron el compromiso de la artista con los acontecimientos que sucedían en su entorno. En 1973 y mientras estaba en la universidad, Mendieta se enteró de la violación y el asesinato de una estudiante llamada Sarah Ann Ottens. Su indignación ante el hecho la llevó a representar una de sus obras más controvertidas, “Escena de violación”, donde puso de cabeza su apartamento, se cubrió de sangre y se ató a una mesa para recrear los momentos posteriores a un ataque sexual. 
Tanto el exilio y la discriminación por ser latina la movilizaron para concebir instrumentos que mutaron su cuerpo en diferentes obras donde deviene en huella, problematizando desde el concepto de la madre tierra y rescatando las cosmovisiones de culturas como la taína de Cuba y las mesoamericanas.

De ahí que experimentó con simbolismos espirituales, caracterizándose además de la permanente presencia de ciertas obsesiones y métodos, uno de ellos fue la modificación de lo físico entendido como un lugar de represión, el ejemplo de esto es su obra “Sweating Blood” de 1973, donde se corta la cabeza, para que sobre su rostro corran hilos de sangre.

Este tipo de acciones, mostradas de una forma pausada y muy medida, demuestran la reflexión artística llevada a la acción, y el profundo entendimiento del dolor y la idea de mutación en su cuerpo. Mendieta declaró ese mismo año: “La creación de mi silueta en la naturaleza guarda la transición entre mi tierra natal y mi nuevo hogar. Es una forma de reclamar mis raíces y volverme una con la naturaleza. Aunque la cultura en la que vivo es parte de mí, mis raíces y mi identidad cultural son resultado de mi herencia cubana”.

Respondiendo a la pregunta del inicio, Ana buscaba remover su interior, su condición de “no lugar”, y ocupar la idea del desarraigo, como un reclamo hacia la búsqueda de un origen. Y su cuerpo, fue la demostración de lo vivo, un organismo donde se pueden guardar historias, sufrimientos, tradiciones, identidades y herencias.