Val Palavecino
Retratar para no olvidar
Entrevista
por Katalina Cortes Olguín - 2022
por Katalina Cortes Olguín - 2022
Una cámara fotográfica puede ser usada como una herramienta para plasmar el mundo que resuena con nuestra perspectiva de la vida, y también darnos una excusa para ensimismarse, observar y caminar lejos si uno lo desea. De esta manera es como Valentina Palavecino, fotógrafa chilena, describe la forma en la que llegó a conectarse con la fotografía.
Crecer en un mundo postmoderno, repleto de imágenes, le sirvió para comprender que la fotografía va más allá de un retrato para publicar y de que existe una responsabilidad detrás de esta. Así fue como una herramienta se forjó en un mecanismo para descubrir su identidad y profundizar en sus inquietudes.
“La fotografía ha ayudado a mi afán de recordar, en eso estoy, muy consciente de que somos memoria colectiva, somos archivo humano”. Valentina señala que, durante el último tiempo, la fotografía ha significado mantener vivos los momentos que le son preciados, para ella y las personas que la rodean, y que no quiere olvidar.
Agente encubierto
Documentar la música, lo íntimo y lo político, así es como Valentina Palavecino se enfrenta al momento de fotografiar. Al capturar los momentos que nadie más tiene acceso, como una especie de ninja o agente encubierto, la fotógrafa nos muestra cómo es el tras bambalinas de su trabajo y su cotidianidad.
“Siempre he intentado ser un poco esta fotógrafa ninja” señala al mismo tiempo que explica que se siente con mucha responsabilidad de estar dentro de los procesos que ha fotografiado: la intimidad y transición de su novie Jota, la noche feminista del Festival de Viña del mar y el registro de las marchas en el estallido social.
Crecer en un mundo postmoderno, repleto de imágenes, le sirvió para comprender que la fotografía va más allá de un retrato para publicar y de que existe una responsabilidad detrás de esta. Así fue como una herramienta se forjó en un mecanismo para descubrir su identidad y profundizar en sus inquietudes.
“La fotografía ha ayudado a mi afán de recordar, en eso estoy, muy consciente de que somos memoria colectiva, somos archivo humano”. Valentina señala que, durante el último tiempo, la fotografía ha significado mantener vivos los momentos que le son preciados, para ella y las personas que la rodean, y que no quiere olvidar.
Agente encubierto
Documentar la música, lo íntimo y lo político, así es como Valentina Palavecino se enfrenta al momento de fotografiar. Al capturar los momentos que nadie más tiene acceso, como una especie de ninja o agente encubierto, la fotógrafa nos muestra cómo es el tras bambalinas de su trabajo y su cotidianidad.
“Siempre he intentado ser un poco esta fotógrafa ninja” señala al mismo tiempo que explica que se siente con mucha responsabilidad de estar dentro de los procesos que ha fotografiado: la intimidad y transición de su novie Jota, la noche feminista del Festival de Viña del mar y el registro de las marchas en el estallido social.
“No quiero que se me vaya nada y quiero que se retrate lo más fiel posible de acuerdo a mi mirada y a mi posición también, de lo que decido mostrar yo”.
Con respecto a lo más personal, la fotógrafa relata que la serie de su relación con Jota ha marcado un hito en su vida, debido a que significa exponer su cotidiano y sus cuerpos, creando una analogía en que “tras bambalinas” no sucede solo en sus escenarios, sino también cuando cierra la puerta del hogar y muestra aquello que otres no pueden observar. Comprender lo íntimo ha venido de la mano con la resignificación del error al momento de crear, ya que el entendimiento de lo íntimo viene de la mano con la espera y la huella que este deja.
Trabajo colectivo
Al involucrarse en el ambiente político, las colectividades se vuelven un eje no solo importante, pero también fundamental para la resistencia social y artística. “Creo que el cruce de disciplinas me lleva a pensar que es mucho mejor en colectivo, creo que todo es más nutritivo” explaya Valentina, tomándole importancia a las diferentes perspectivas que se pueden tener al momento de trabajar colectivamente.
Con respecto a lo más personal, la fotógrafa relata que la serie de su relación con Jota ha marcado un hito en su vida, debido a que significa exponer su cotidiano y sus cuerpos, creando una analogía en que “tras bambalinas” no sucede solo en sus escenarios, sino también cuando cierra la puerta del hogar y muestra aquello que otres no pueden observar. Comprender lo íntimo ha venido de la mano con la resignificación del error al momento de crear, ya que el entendimiento de lo íntimo viene de la mano con la espera y la huella que este deja.
Trabajo colectivo
Al involucrarse en el ambiente político, las colectividades se vuelven un eje no solo importante, pero también fundamental para la resistencia social y artística. “Creo que el cruce de disciplinas me lleva a pensar que es mucho mejor en colectivo, creo que todo es más nutritivo” explaya Valentina, tomándole importancia a las diferentes perspectivas que se pueden tener al momento de trabajar colectivamente.
De esta forma es cómo se vio involucrada en el proyecto “Por una constitución feminista”, en el que trabajó junto a Sofía Esther Brito y que ella ilustra visualmente con sus fotografías diversos relatos feministas. “La vida está en un hilo, siempre está en un hilo, pero cuando tienes la violencia tan de frente o ves que todo es muy frágil y efímero, entonces ese afán de registrar otra vez, de nuevo, mi memoria y de recordarle a ellos y honrarles por estar ahí y ser un pie de cañón en esta batalla”.
Valentina termina resumiendo su fotografía como un lenguaje de ternura, ya que cree que es una de las funciones primordiales de esta misma. “De repente, cuando eres una persona disidente, o un cuerpo feminizado, que crece sin referentes y pensando que todo lo que eres está mal, necesitas que reafirmen cosas que hay en ti, que tú ya no fuiste capaz de ver porque viviste con un discurso toda una vida”.
Así, tiene siempre presente el “retratar para no olvidar”, ya que en sus propias palabras describe el viaje fotográfico como los días que se pasa retratando para no olvidar las cosas que le parecieron interesantes, que le dolieron o le hicieron sentir feliz. La captura del espacio social y emocional que la rodea e identifica, para poder construirse desde ese lugar.
Valentina termina resumiendo su fotografía como un lenguaje de ternura, ya que cree que es una de las funciones primordiales de esta misma. “De repente, cuando eres una persona disidente, o un cuerpo feminizado, que crece sin referentes y pensando que todo lo que eres está mal, necesitas que reafirmen cosas que hay en ti, que tú ya no fuiste capaz de ver porque viviste con un discurso toda una vida”.
Así, tiene siempre presente el “retratar para no olvidar”, ya que en sus propias palabras describe el viaje fotográfico como los días que se pasa retratando para no olvidar las cosas que le parecieron interesantes, que le dolieron o le hicieron sentir feliz. La captura del espacio social y emocional que la rodea e identifica, para poder construirse desde ese lugar.