El amor a través del tiempo


fotolibro “Todo y Nada”

Reseña
por Katalina Cortes Olguin - 2024
En Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes describe a la piel como un lenguaje: frotamos nuestro lenguaje contra otro y este tiembla de deseo. El amor, siempre es mostrado hacia nosotros de diferentes maneras, tiende a inmiscuirse en los recovecos de cualquier situación.

Todo y Nada, de Nicolás Pousthomis y Gisela Volá, nos muestra un doble relato biográfico de cómo cambia, evoluciona y funciona la relación de las dos personas retratadas. Exponiendo así los diversos claroscuros que suceden en los vínculos de pareja. Este fotolibro nos muestra que el amor es elegirse todos los días, a pesar de que las reglas de convivencia muten a través del tiempo.

El amor, el enamoramiento y la coexistencia cotidiana entre dos -o más- personas se ha retratado de diferentes formas en el arte y la literatura. Desde Jane Austen con sus romances clásicos y Emily Brontë con intrínseco dolor en el ejercicio de amar, hasta las nuevas lógicas relacionales en el arte, nos hemos ido empapando de las distintas miradas que suscita el concepto del amor. 


“La cámara quita más de lo que da, a la larga se apropia de todo. Un recuerdo se empequeñece después de una foto. (...) No se fotografíen a menos que sea un juego” Nicolás recuerda las palabras de su profesor de fotografía luego de contarle la pasión que comparte con Gisela por la imagen.
Volviendo a Barthes, en su relación del amor con la imagen, nos cuenta que las heridas que más duelen y que más sentimos vivas provienen de lo que se ve mas no de lo que se sabe. “La imagen es perentoria, tiene siempre la última palabra”, en un libro lleno de imágenes y palabras, nos invita a leer este entretejido retóricamente y adentrarnos a la vida de un par de veinteañeros que decidieron emprender un viaje juntos.

En el texto fotográfico vemos como una pareja juguetea con la imagen que tienen de cada uno, se retratan desde la ternura misma, a pesar de que ninguno de los dos piensa que se ve bien en las fotos del otro. El juego sigue y a veces no es un juego, es un reflejo, una necesidad de capturar y guardar momentos difíciles, complicados, que quizás no todos harían. “Hay que tener guata para fotografiar eso”, nos dijo una amiga al mostrarle el fotolibro.

Pero realmente hay que tener un montón de guata para retratar el amor, mostrar nuestras capas tan al desnudo que tienden a desaparecer, la vulnerabilidad de sentir ternura y pasión por alguien, pelear contra las ganas de poseer, liberar, conversar y evolucionar. Cambiar junto a alguien y seguir eligiendose constantemente, es uno de los actos más valientes, porque significa volver a enamorar y tomar la opción de seguir enamorándose una y otra vez.