Sobre la fotografía como taller
por Martin Bollati - 2022
Hay una sentencia que hace tiempo da vueltas en mi cabeza. Dice: la pregunta de la fotografía tiene que ser la pregunta de la libertad. La consigna es de Vilem Flusser, el filosofo checo brasileño que se adelantó a todo, y que, con mucha conciencia práctica (digamos una filosofía del agite) legó una metodología para combatir el deterioro cultural al que tiende, inevitablemente, según su análisis, esta sociedad posindustrial dominada por aparatos y cada vez mas aplacada por discursos programados desde el poder y enunciados en forma de consumo. En resumen, la sociedad contemporánea es una tendencia que se sostiene sobre una repetición controlada y nuestra posibilidad de influencia en ella depende de la capacidad para informarla dando formas nuevas y así producir interrupciones inesperadas en las repeticiones que nos condenan. Una sucesión ilimitada de interrupciones sería en esta propuesta filosófica, la libertad total, donde el programa no puede existir, porque el control no tiene lugar en algo que no cesa de estirarse. La salida es entonces hacia los costados, y esto es solo posible si intentamos entender y criticar, para romper la tendencia.
Para construir una critica que valga, hace falta jugar y conversar.
Es decir, experimentar e intercambiar esos escapes.
Recientemente recibí 2 libros, casi en simultáneo, aunque sus fechas y lugares de publicación son dispares. Uno es Covacha, publicado en Argentina en Junio de 2020 con el apoyo del Ministerio de Justicia y DD.HH. de la provincia de Buenos Aires. El otro es Horizonte Temprano de la editorial peruana KWY y publicado en Abril del 2021. Ambos libros son el resultado de talleres, el lugar ideal para la práctica del experimento. Los recibí juntos y por casualidad, como para demostrar que los azares a veces construyen las mejores bibliotecas. Leerlos me puso a pensar en el valor que puede tener la fotografía cuando se propone ser un taller y preguntar:
¿Para qué sirve la fotografía?
Primera tésis
La fotografía es una forma de conversación.
Sirve para el diálogo y para conocer.
En su texto Los Gestos, Flusser postula que quien habla toma al mundo con sus palabras. De alguna manera lo bebemos en nuestro decir, porque al construir arreglos de lenguaje para hablar, lo hacemos con el mundo como origen y como destino, a la vez. Un jardín de palabras que arrancamos para entender, y que luego aflora, en cada una de nuestras expresiones. El mundo como un jardín que se comparte. Así conversamos. Y así mismo, creo yo, funciona la fotografía, cuando la pregunta que la atraviesa es la de la libertad. La toma fotográfica hace literal el gesto al arrancar de lo que habitamos, sea cual sea ese lugar y tiempo, una imagen. En cada una de las fotografías que se han hecho y que se están por hacer, estamos tomando algo, a la vez que lo enunciamos. Y si esa enunciación carga con la potencia de ser nueva, puede tener en ella algo de libertad.
Esta es la pulsión que acompaña a todo el libro Covacha. Un libro que resume las experiencias de varios talleres de procesos fotográficos alternativos - estenopeica, cainotipía y rayogramas - dictados por Juan Manuel Zaldúa y Célica Véliz entre 2015 y 2020 en el complejo penitenciario de Los Hornos (Buenos Aires), donde la fotografía se ocupa como un dispositivo que sirve para entender (en cuanto mirarse hacia adentro) a las mujeres que habitan ese encierro y que se prestan a conversar con imágenes en el. Las protagonistas y creadoras utilizan la fotografía como una herramienta para hablar y para conocer. Podemos escuchar sus imágenes e intentar entender (en cuanto mirar hacia adentro) algo más. Porque si conversar es tomar y devolver algo al mundo, y la fotografía es una forma de conversación, este libro certifica el valor que puede tener el gesto de comunicarnos, tanto para quien habla como para quién oye, o ve.
Para construir una critica que valga, hace falta jugar y conversar.
Es decir, experimentar e intercambiar esos escapes.
Recientemente recibí 2 libros, casi en simultáneo, aunque sus fechas y lugares de publicación son dispares. Uno es Covacha, publicado en Argentina en Junio de 2020 con el apoyo del Ministerio de Justicia y DD.HH. de la provincia de Buenos Aires. El otro es Horizonte Temprano de la editorial peruana KWY y publicado en Abril del 2021. Ambos libros son el resultado de talleres, el lugar ideal para la práctica del experimento. Los recibí juntos y por casualidad, como para demostrar que los azares a veces construyen las mejores bibliotecas. Leerlos me puso a pensar en el valor que puede tener la fotografía cuando se propone ser un taller y preguntar:
¿Para qué sirve la fotografía?
Primera tésis
La fotografía es una forma de conversación.
Sirve para el diálogo y para conocer.
En su texto Los Gestos, Flusser postula que quien habla toma al mundo con sus palabras. De alguna manera lo bebemos en nuestro decir, porque al construir arreglos de lenguaje para hablar, lo hacemos con el mundo como origen y como destino, a la vez. Un jardín de palabras que arrancamos para entender, y que luego aflora, en cada una de nuestras expresiones. El mundo como un jardín que se comparte. Así conversamos. Y así mismo, creo yo, funciona la fotografía, cuando la pregunta que la atraviesa es la de la libertad. La toma fotográfica hace literal el gesto al arrancar de lo que habitamos, sea cual sea ese lugar y tiempo, una imagen. En cada una de las fotografías que se han hecho y que se están por hacer, estamos tomando algo, a la vez que lo enunciamos. Y si esa enunciación carga con la potencia de ser nueva, puede tener en ella algo de libertad.
Esta es la pulsión que acompaña a todo el libro Covacha. Un libro que resume las experiencias de varios talleres de procesos fotográficos alternativos - estenopeica, cainotipía y rayogramas - dictados por Juan Manuel Zaldúa y Célica Véliz entre 2015 y 2020 en el complejo penitenciario de Los Hornos (Buenos Aires), donde la fotografía se ocupa como un dispositivo que sirve para entender (en cuanto mirarse hacia adentro) a las mujeres que habitan ese encierro y que se prestan a conversar con imágenes en el. Las protagonistas y creadoras utilizan la fotografía como una herramienta para hablar y para conocer. Podemos escuchar sus imágenes e intentar entender (en cuanto mirar hacia adentro) algo más. Porque si conversar es tomar y devolver algo al mundo, y la fotografía es una forma de conversación, este libro certifica el valor que puede tener el gesto de comunicarnos, tanto para quien habla como para quién oye, o ve.
Segunda tésis
La fotografía es una forma de juego.
Sirve para divertirse y conocer.
Hace un tiempo, un colega me regaló esta definición sobre el Arte: mover las cosas de lugar. Con el tiempo yo la hice mía, y la extendí a la labor de editar, también. Creo que los editores de KWY, Musuk Nolte y Fernando Fujimoto, a quienes tengo la suerte de conocer, pueden sentirse cómodos en esta definición, ya que es lo que hacen todo el tiempo. He escrito antes y lo sigo sosteniendo: KWY es una de las editoriales tesoro que tenemos en Latinoamérica. Hacen libros genuinos, distintos, propios. Y Horizonte Temprano es otra maravilla de tantas que sale de esa cantera editorial basada en Lima.
El libro es en realidad una caja con cinco libros. Son libros, uno por sitio (Cerro Ventarrón, Kuntur Wasi, Chavín de Huantar y Kotosh), con imágenes producidas por niños y niñas participantes de las ediciones de Taller Helios coordinados por Ivonne Sheen y Marice Castañeda y realizados durante el 2020. El quinto libro es documento del backstage detrás de esas jornadas. Los talleres son de fotografía experimental con base en las técnicas estenopeicas y de realización de fotogramas y quimigramas.
Sobre mover las cosas de lugar, hay que admitir que los niños son profesionales natos . El desorden se da en ellos, porque es cómo construyen su vínculo con lo que ya les viene dado. Hay algo conmovedor en ese juego. Hay algo de reconocimiento también. Quizás, porque mover, es relacionar las cosas de forma distinta, y como tal, construir un relato. Narrar es una de las herramientas que nos da identidad. Y el vehículo para este movimiento, es el juego. Los niños y niñas que colaboran para construir cada libro y sus imágenes, comparten su región y sus sitios arqueológicos desde la fotografía y sus experimentos. Cada uno de ellos juega, con la cámara, con la historia, con la luz, con las ideas que traen, con los sentimientos que las jornadas provocan y desde esos encuentros, se produce una construcción lúdica territorial que sirve para reflexionar sobre el pasado y sobre el futuro a la vez. Horizonte Temprano es un testimonio de la capacidad expansiva que tiene el juego y la imagen fotográfica en su condición de taller.
Tercera tesis
La fotografía es una forma de la libertad.
Sirve porque cambia y desordena el mundo con el que conversa y juega.
El desarrollo de esta demostración, queda en ustedes. Solo les confirmo que Covacha y Horizonte Temprano desarrollan buenos puntos de partida para entenderla.
La fotografía es una forma de juego.
Sirve para divertirse y conocer.
Hace un tiempo, un colega me regaló esta definición sobre el Arte: mover las cosas de lugar. Con el tiempo yo la hice mía, y la extendí a la labor de editar, también. Creo que los editores de KWY, Musuk Nolte y Fernando Fujimoto, a quienes tengo la suerte de conocer, pueden sentirse cómodos en esta definición, ya que es lo que hacen todo el tiempo. He escrito antes y lo sigo sosteniendo: KWY es una de las editoriales tesoro que tenemos en Latinoamérica. Hacen libros genuinos, distintos, propios. Y Horizonte Temprano es otra maravilla de tantas que sale de esa cantera editorial basada en Lima.
El libro es en realidad una caja con cinco libros. Son libros, uno por sitio (Cerro Ventarrón, Kuntur Wasi, Chavín de Huantar y Kotosh), con imágenes producidas por niños y niñas participantes de las ediciones de Taller Helios coordinados por Ivonne Sheen y Marice Castañeda y realizados durante el 2020. El quinto libro es documento del backstage detrás de esas jornadas. Los talleres son de fotografía experimental con base en las técnicas estenopeicas y de realización de fotogramas y quimigramas.
Sobre mover las cosas de lugar, hay que admitir que los niños son profesionales natos . El desorden se da en ellos, porque es cómo construyen su vínculo con lo que ya les viene dado. Hay algo conmovedor en ese juego. Hay algo de reconocimiento también. Quizás, porque mover, es relacionar las cosas de forma distinta, y como tal, construir un relato. Narrar es una de las herramientas que nos da identidad. Y el vehículo para este movimiento, es el juego. Los niños y niñas que colaboran para construir cada libro y sus imágenes, comparten su región y sus sitios arqueológicos desde la fotografía y sus experimentos. Cada uno de ellos juega, con la cámara, con la historia, con la luz, con las ideas que traen, con los sentimientos que las jornadas provocan y desde esos encuentros, se produce una construcción lúdica territorial que sirve para reflexionar sobre el pasado y sobre el futuro a la vez. Horizonte Temprano es un testimonio de la capacidad expansiva que tiene el juego y la imagen fotográfica en su condición de taller.
Tercera tesis
La fotografía es una forma de la libertad.
Sirve porque cambia y desordena el mundo con el que conversa y juega.
El desarrollo de esta demostración, queda en ustedes. Solo les confirmo que Covacha y Horizonte Temprano desarrollan buenos puntos de partida para entenderla.