“El arte debe poner en jaque las decisiones convencionales del mundo, de lo contrario entramos en el mundo de la decoración”


Sergio Castro San Martín, cineasta y fotógrafo


Entrevista 
por Axel Indey - 2022
Sergio Castro San Martín nunca quiso ser director de cine. Una serie de accidentes y circunstancias improbables determinó el camino que lo llevaría de cinéfilo aficionado a creador de mundos imaginarios: el robo de su equipo fotográfico durante un viaje a centroamérica y una sorpresiva victoria en un concurso de su escuela de cine lo pusieron en la silla de director antes de que tuviera la oportunidad de plantearse lo que implicaba este nuevo oficio. A sus 42 años, Castro asegura que la fotografía, la arquitectura y la dirección cinematográfica ya forman un todo indivisible y muchas veces indistinguible, una cuerda con múltiples nudos que se tensionan y se desatan mutuamente.

“Experimenté lo que era el revelado y la sala oscura estudiando arquitectura”, dice el fotógrafo en conversación con Letargo Revista. “Tenía un amigo que le gustaba mucho la fotografía y nos aprovechamos del laboratorio de la universidad para experimentar. Ahí empecé a hacer mucha foto en blanco y negro como material de estudio para proyectos arquitectónicos, pero me caló super hondo el trabajo de laboratorio, de composición y observacion”.

¿Cómo fue el tránsito de la fotografía al cine? ¿Cómo han dialogado estos dos oficios en tu vida?

“Mi intención fue meterme al cine para ser director de fotografía. Pero en la escuela de cine donde estudié había un sistema de concursos en que los estudiantes postulábamos con nuestras ideas fílmicas anónimamente y las ideas que ganaban tenían que ser dirigidas por quien las había ganado. Entonces llegué a la dirección de cine de una manera casual, no la busqué. En ese momento fui abandonando la intención de ser director de fotografía y también me alejé de la fotografía fija, en parte porque tuve un accidente. Hice un viaje por Centroamérica de tres meses y me robaron las cámaras, después volví a adquirir un equipo fotográfico y me lo volvieron a robar. Entonces dije “chuta, el destino no quiere que yo sea fotógrafo”. La fotografía volvió a mí el año 2015. Yo estaba preparando una película que se llamó La Mujer de Barro, que la filmamos en el norte, en el Valle del Limarí, y todo lo que era el scouting, la locación de esta película, me hizo tomar la decisión de volver a adquirir un equipo fotográfico. Ahí salí otra vez a fotografiar.


Dices que fue el paisaje y la geografía de la zona lo que te hizo retomar la fotografía. ¿Sientes que hay un mayor interés por el espacio que por las personas en tu trabajo fotográfico? No haces muchos retratos, por ejemplo.

“En la fotografía que a mí me interesa los elementos y las locaciones también son personajes. Los elementos materiales, los elementos no humanos, también respiran vida porque hubo personas que pasaron por ahí. La fotografía que me interesa es esa fotografía del paisaje vacío, del espacio urbano y el espacio natural ausente de personas, entendiéndolo casi como si fuera un scouting de locaciones. De alguna forma la fotografía que yo hago son potenciales sets de cine, potenciales locaciones donde podría filmarse una película que en el fondo nunca se filmará. El ser humano en mis fotos tiene la misma importancia que tiene una nube, una micro o un árbol”.

¿Cuánto de esto se debe a tu formación de arquitecto y cuánto a tu formación de cineasta?

“Yo creo que tiene mucho que ver con la arquitectura. Hay una relación que tiene que ver con la puesta en escena, de cómo el espacio incide en el hombre y viceversa. Por ejemplo, la escalera de la Biblioteca Nacional de alguna forma funciona también como una plaza: la gente se sienta, come, pololea, manda mensajes, estudia. No es solo un espacio de tránsito para entrar a un lugar. Como este, todos los lugares tienen segundas lecturas o subtextos. Y lo otro que me interesa muchísimo, y que también tiene que ver con mi formación de arquitecto, es el color. De alguna manera me obsesioné con las correspondencias cromáticas, con las correspondencias territoriales también. Cómo un díptico fotográfico, una fotografía de Valparaíso y una fotografía de Moscú, puede trazar un paralelismo a través del color.

¿De qué manera ha impactado el cine en tu trabajo fotográfico?

“Hay un concepto del cine que me interesa mucho que es el concepto del metalenguaje en la imagen. El cine que a mí me gusta es un cine que se revela de manera explícita. A diferencia del cine de hoy, del cine de Hollywood, en la Nouvelle Vague uno notaba el dispositivo cinematográfico, las temáticas muchas veces tenían que ver con el cine, los personajes miraban a la cámara. Cuando tú ves una película de Hollywood es una película en la cual es un error para nosotros como espectadores darnos cuenta que estamos viendo una película.
La cámara se esconde, el error se esconde, el accidente se esconde. A mí me interesa rescatar el accidente fotográfico, que haya una cosita medio inesperada dentro del cuadro, que no haga mayor ruido pero que en el fondo es un elemento medio disruptivo”.

A diferencia del cine y la televisión, que suelen apelar al entretenimiento, la apreciación fotográfica suele ser un espacio para la interpretación o la reflexión. ¿Qué tanto pesa esta diferencia entre los públicos al momento de fotografiar y dirigir?

“Es un gran tema porque en Chile el cine se ve muy poco, y ahí viene la gran pregunta de para quién hacemos películas los cineastas, porque a veces pareciera que hacemos películas para nosotros mismos y no para el público. Con la fotografía pasa lo mismo. Pero al final una película o una foto no tiene ningún sentido si no se ve, si no se expone. No hacemos películas ni sacamos fotos para guardarlas en el clóset, sino que para que la gente las vea. El gran desafío es cómo encontrar ese equilibrio entre la autoría y la masividad”.

“Yo creo que todo tipo de arte debe plantearse desde la crítica, debe poner en jaque las decisiones convencionales del mundo, porque de lo contrario entramos en el mundo de la decoración, y yo siento que ni el cine ni la fotografía deben ser un arte decorativo que nos haga sentir bien, sino que nos tiene que interpelar. El gran desafío es cómo interpelar al público de una manera que nos atrape y nos entretenga”.

¿Con qué te quedas hoy? ¿Con el cine o con la fotografía?

“El cine es mi trabajo, mi sustento y lo que me da de comer. Quizás por eso la fotografía la siento mucho más liberada de esa presión, la de tener que vender o exponer. La fotografía para mí ha sido un espacio de libertad en relación al cine. En el fondo la fotografía no tiene que ver con el cuadro final, sino con la experiencia de fotografiar. Si no entendemos eso mejor dedicarse a otra cosa”.