Martin Bollati:
El códice
maqúinico de las sombras, o donde las imágenes electrónicas no saben de tiempo
por Rosana Simonassi - 2022
Entramos a
la sala, vemos unas placas oscuras, finas y rectangu- lares suspendidas sobre
algunas estructuras plateadas dispuestas en el espacio. Las placas parecen ser
reproducciones oscuras de guijarros, unas figuras de barro medio rotas y algún
montón de piedras apiladas, sombras planas, imágenes monocromo casi
indistinguibles. Las estructuras plateadas, monolitos verticales,
in-codificables de metal brillante y auto-portantes que están planta- das
directamente a piso, sostienen y exceden por mucho en escala a las imágenes
que sustentan. No terminamos de entender, pero no importa. Lo que sí
entendemos es que los esqueletos maquinales que sostienen aquellos vestigios
culturales, no parecen haber sido creados por la misma cultura humana que creó
la materialidad original de aquellos objetos que la imagen réplica. Mientras
las imágenes denotan su esfuerzo en persistir, las estructuras metálicas no
denotan esfuerzo alguno en su empresa de sostén y permanencia. Son de otra
naturaleza, ni física ni química, contienen una codificación indescifrable.
Así dispuestas, las estructuras son quienes nos ofrecen las imágenes, no las imágenes quienes consiguieron su soporte y subsistencia; es que estas imágenes no saben de tiempo, no están en el juego de permanencia/in-permanencia, son más que nada presentes. Entre mi ojo y lo in-codificable, el vestigio de una relación, de un amor cámara-objeto, con sus usos, designios y funciones condensados en una sombra. La relación con mi ojo orgánico, la construcción del sentido, la demanda de persistencia: todo esto pasa en mí; La imagen se presenta como residuo electro-fotográfico, y el monolito como límite de lo humano.
Nos acercamos a las imágenes adosadas a las estructuras, algo pasó en el momento de su captura, algo a-humano. Desde nuestra naturaleza intuimos que la creación de aquellas imágenes está rota desde su origen, maquinalmente rota. Son imágenes imprecisas, pero su imprecisión no evoca ninguno de nuestros vahídos ni de nuestros sueños. Una fisura invadió la cámara, ese objeto inmac- ulado, negro y cerrado que da imágenes al mundo, colapsó. La máquina humano-cámara generó un torcimiento del dispositivo, haciéndolo funcionar al borde, produciendo residuos simbólicos al límite de sus capacidades. Las imágenes producidas ya no son imaginerías inestables del inconsciente, sino fallos tecnológicos, desplazamientos de su funcionalidad, desviaciones iterantes del resultado.
Observamos algo más que nos es ajeno. Estamos mirando en quietud el vestigio generado por un cuerpo-cámara y su fractura en el origen, a favor de la generación codificante; es tal cual: se pone un pilar, se fisura el cimiento, aunque sea mínimamente; se crea una imagen electrónica, se corrompe el dispositivo que la genera, aunque sea mínimamente, al infinito.
La estructura pseudo-arquitectónica implantada funciona como aglutinador, poniendo en juego un código más allá de lo binario, más allá de las instrucciones, que crea por sí mismo, sin la necesidad de que nadie esté ahí para leerlo ni decodificarlo. Una suerte de sistema jeroglífico que no constituye un alfabeto ni un mensaje para alguien, del que dilucidamos que lo que sí material- iza como parte constitutiva es su propia creación y destrucción. A él ya no nos es lícito pedirle que sea sostén de nuestro mundo -como estamos acostumbrados a que ocurra con el lenguaje-, es relativo a otra realidad. Así dispuesto, quedamos fuera en la constitución de la nueva historia. Por tanto, los nuevos vestigios están hechos de otros mitos y otras fuerzas.
Todas éstas lógicas son soportes donde pensar los problemas del origen, tanto en la obra de Bollati como en la constitución de la historia. Las ruinas entendidas como residuo de la modernidad, la misma que crea la industria, la técnica y, obviamente, la imagen; la misma que traza las valoraciones del pasado y totaliza el porvenir. Esta modernidad que convivió con su propia ruina al borde del progreso urbano. Viejas civilizaciones van cayendo, otras toman su lugar y, mientras tanto, se produce ese excedente, esa vejez. Vemos decaer la cultura pasada, los rituales de otros y, al mismo tiempo y desde nuestra más profunda humanidad, intentamos que persistan, patrimonializamos, cuidamos, curamos, congelamos; Pero no todo es solución, toda presencia tiene su grieta. Este proyecto parece fundarse, en parte y desde el principio, en un desplazamiento, una dislocación, indicando la persistencia de la rotura que se genera a la par de la implantación de cualquier pilar o en la verbalización de cualquier enunciado. Es ahí donde su expansión es multi-vectorial, donde pasa algo más allá de la veneración unívoca o la persistencia del sostén de lo imposible.
Así dispuestas, las estructuras son quienes nos ofrecen las imágenes, no las imágenes quienes consiguieron su soporte y subsistencia; es que estas imágenes no saben de tiempo, no están en el juego de permanencia/in-permanencia, son más que nada presentes. Entre mi ojo y lo in-codificable, el vestigio de una relación, de un amor cámara-objeto, con sus usos, designios y funciones condensados en una sombra. La relación con mi ojo orgánico, la construcción del sentido, la demanda de persistencia: todo esto pasa en mí; La imagen se presenta como residuo electro-fotográfico, y el monolito como límite de lo humano.
Nos acercamos a las imágenes adosadas a las estructuras, algo pasó en el momento de su captura, algo a-humano. Desde nuestra naturaleza intuimos que la creación de aquellas imágenes está rota desde su origen, maquinalmente rota. Son imágenes imprecisas, pero su imprecisión no evoca ninguno de nuestros vahídos ni de nuestros sueños. Una fisura invadió la cámara, ese objeto inmac- ulado, negro y cerrado que da imágenes al mundo, colapsó. La máquina humano-cámara generó un torcimiento del dispositivo, haciéndolo funcionar al borde, produciendo residuos simbólicos al límite de sus capacidades. Las imágenes producidas ya no son imaginerías inestables del inconsciente, sino fallos tecnológicos, desplazamientos de su funcionalidad, desviaciones iterantes del resultado.
Observamos algo más que nos es ajeno. Estamos mirando en quietud el vestigio generado por un cuerpo-cámara y su fractura en el origen, a favor de la generación codificante; es tal cual: se pone un pilar, se fisura el cimiento, aunque sea mínimamente; se crea una imagen electrónica, se corrompe el dispositivo que la genera, aunque sea mínimamente, al infinito.
La estructura pseudo-arquitectónica implantada funciona como aglutinador, poniendo en juego un código más allá de lo binario, más allá de las instrucciones, que crea por sí mismo, sin la necesidad de que nadie esté ahí para leerlo ni decodificarlo. Una suerte de sistema jeroglífico que no constituye un alfabeto ni un mensaje para alguien, del que dilucidamos que lo que sí material- iza como parte constitutiva es su propia creación y destrucción. A él ya no nos es lícito pedirle que sea sostén de nuestro mundo -como estamos acostumbrados a que ocurra con el lenguaje-, es relativo a otra realidad. Así dispuesto, quedamos fuera en la constitución de la nueva historia. Por tanto, los nuevos vestigios están hechos de otros mitos y otras fuerzas.
Todas éstas lógicas son soportes donde pensar los problemas del origen, tanto en la obra de Bollati como en la constitución de la historia. Las ruinas entendidas como residuo de la modernidad, la misma que crea la industria, la técnica y, obviamente, la imagen; la misma que traza las valoraciones del pasado y totaliza el porvenir. Esta modernidad que convivió con su propia ruina al borde del progreso urbano. Viejas civilizaciones van cayendo, otras toman su lugar y, mientras tanto, se produce ese excedente, esa vejez. Vemos decaer la cultura pasada, los rituales de otros y, al mismo tiempo y desde nuestra más profunda humanidad, intentamos que persistan, patrimonializamos, cuidamos, curamos, congelamos; Pero no todo es solución, toda presencia tiene su grieta. Este proyecto parece fundarse, en parte y desde el principio, en un desplazamiento, una dislocación, indicando la persistencia de la rotura que se genera a la par de la implantación de cualquier pilar o en la verbalización de cualquier enunciado. Es ahí donde su expansión es multi-vectorial, donde pasa algo más allá de la veneración unívoca o la persistencia del sostén de lo imposible.
Lo que se
arruina, entonces, no es otra que la máquina-historia, desprendiendo en el
mismo acto un vestigio vital. Ruina que no pudiendo perdurar en su ritual de
origen, propone otra vitalidad. Tal vez ese sea el gesto de Bollati en su libro
“Ruinas sin título”, publicado por SED Editorial en mayo del 2021.
Proyecto/libro que contiene parte de las imágenes presentes en esta
instalación. Cámara, humano, texto y objeto ritual, juntos en su accionar y
tránsito crean otro mito originario, una nueva cosmogonía, una que desplaza y
olvida las lecturas de la humanidad, una que autoconstruye su propio relato
fundacional, el del mundo de las imágenes técnicas. Y como no hay otras más
que las actuales, las imágenes son las electrónicas y, por tanto, habitan el
territorio máquina, donde son más sus engendros corruptos que nuestras
producciones sensibles. La acción es simple: dispositivo de captura de
imágenes frente a vestigios culturales de otros tiempos. Al momento de la toma
se le propone al dispositivo un procedimiento de exigencia; Ya de por sí es
exigente y exógeno el desciframiento y la traducción de la historia. La
máquina entonces dispone de los elementos, generando imágenes indescifrables
-cercanas a una respuesta lógica para el malenten- dido de la historia-,
forzando la propia codificación sintáctica de la construcción del
imaginario, ¡y listo! se suelta, su producción, su residuo, ya no está dentro
de nuestros parámetros. Es el feedback maquinal que resuelve y en parte nos
deja de hablar, propone su propia apuesta.
Son esas las imágenes que hilvanan el relato del libro, generando una mitología posible para el origen de la imagen actual, una en la cual su forma de existencia como insistencia reproductiva implica, al mismo tiempo, la rotura de su hacedor y la pervivencia su propia destrucción. Doble movimien- to: El sujeto queda dislocado a favor de las máquinas como relato, a la vez que la interpretación resultante nos excede. El dispositivo que nos forma es el mismo que nos nutre y nos estim- ula. Ya no es el autor el lugar de la representación, la máquina en su flujo crea sentido ahí donde hay que crearlo todo, sin parar a recapitular. Su relación con el afuera es pervertir su interior tanto como su producto, residuos de un mito heroico donde las fuerzas amorosas entre máquina y vida dirimieron el relato que preva- lecería.
“.... el hombre tomó una palabra del río. la uso para decir hombre por primera vez y el río se dirigió hacia el
a las palabras que sobraban las puso una sobre otra y construyó un templo. allí guardó el río y todo lo que había y todo lo que podía ser
pasaron iguales lunas que soles. pasaron muchas de esas igualdades, y el templo fue olvidado
en el olvido una sombra se juntó con una palabra y urdieron un plan
desordenarían el río de palabras que el hombre había apilado y así las vidas, las palabras y sus sombras serían libres otra vez
la estrella escuchó el plan desde el cielo y lloró por última vez. luego se arrojó detrás de su lágrima hacia la casa del hombre, para ser ella también, una posibilidad.”
Fragmento de Ruinas sin título, Martín Bollati 2021
Donde la existencia maquínica produce y crea auto-corrompién- dose al avanzar, deshace de un golpe la objetividad histórica y la subjetividad del yo. Toda la instalación parece ser algo que pasa más allá de nosotros, en un tiempo más allá de lo humano. Un coito inenarrable entre codificación y herramienta. Quedamos invitados a mirar la destrucción como si fuésemos máquinas.
EXPO
Curaduría exposición: https://www.instagram.com/manolox/
Registro de expo: https://instagram.com/javieragustinrojas
Diseño expositivo: https://www.instagram.com/itmetestudio/
Espacio: https://www.instagram.com/observatorio_atelier/
LIBRO
Diseño gráfico: https://www.instagram.com/lamasburgariotti/
Edición: https://www.instagram.com/martinbollati
Publicado por: https://www.instagram.com/sed.editorial/
Son esas las imágenes que hilvanan el relato del libro, generando una mitología posible para el origen de la imagen actual, una en la cual su forma de existencia como insistencia reproductiva implica, al mismo tiempo, la rotura de su hacedor y la pervivencia su propia destrucción. Doble movimien- to: El sujeto queda dislocado a favor de las máquinas como relato, a la vez que la interpretación resultante nos excede. El dispositivo que nos forma es el mismo que nos nutre y nos estim- ula. Ya no es el autor el lugar de la representación, la máquina en su flujo crea sentido ahí donde hay que crearlo todo, sin parar a recapitular. Su relación con el afuera es pervertir su interior tanto como su producto, residuos de un mito heroico donde las fuerzas amorosas entre máquina y vida dirimieron el relato que preva- lecería.
“.... el hombre tomó una palabra del río. la uso para decir hombre por primera vez y el río se dirigió hacia el
a las palabras que sobraban las puso una sobre otra y construyó un templo. allí guardó el río y todo lo que había y todo lo que podía ser
pasaron iguales lunas que soles. pasaron muchas de esas igualdades, y el templo fue olvidado
en el olvido una sombra se juntó con una palabra y urdieron un plan
desordenarían el río de palabras que el hombre había apilado y así las vidas, las palabras y sus sombras serían libres otra vez
la estrella escuchó el plan desde el cielo y lloró por última vez. luego se arrojó detrás de su lágrima hacia la casa del hombre, para ser ella también, una posibilidad.”
Fragmento de Ruinas sin título, Martín Bollati 2021
Donde la existencia maquínica produce y crea auto-corrompién- dose al avanzar, deshace de un golpe la objetividad histórica y la subjetividad del yo. Toda la instalación parece ser algo que pasa más allá de nosotros, en un tiempo más allá de lo humano. Un coito inenarrable entre codificación y herramienta. Quedamos invitados a mirar la destrucción como si fuésemos máquinas.
EXPO
Curaduría exposición: https://www.instagram.com/manolox/
Registro de expo: https://instagram.com/javieragustinrojas
Diseño expositivo: https://www.instagram.com/itmetestudio/
Espacio: https://www.instagram.com/observatorio_atelier/
LIBRO
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