La imagen perdida de Rodrigo Vergara
Entrevista
por Katalina Cortes - 2022
por Katalina Cortes - 2022
“Soy fotógrafo por oficio” abre la conversación Rodrigo Vergara, quien al estudiar cine, declara que inmediatamente se inclinó por el área fotográfica. “La fotografía se ha fundido con todos los aspectos de mi vida, es la forma que tengo de recordar las cosas que me aceleran el corazón”. El fotógrafo vivió la mayor parte de su vida en Buin, “un pueblo dormitorio a 30 km al sur de la capital” como él lo define.
En la actualidad vive en Santiago de Chile hace 8 años “Siempre quise vivir en Santiago. Me entusiasmé con las masas en movimiento, las luces de neón, el ruido de las micros en la madrugada y la intensa variedad de personalidades que se me cruzaron en mis años de estudiante”.
Susan Sontag decía que el fotógrafo luego de un tiempo deja de ser percibido como un observador imparcial, que cada uno puede tener su propia visión sobre un mismo hecho o situación y esto lo denomina como “visión fotográfica”. Rodrigo enfrenta dicha visión desde la metonimia y la tensión con la que se pueden afrontar los diferentes lugares en los que se encuentra. Por esto mismo, los espacios y sus errores, las calles, las transformaciones y su memoria son elementos que se pueden observar en el trabajo de Rodrigo Vergara.
Si tuvieras que describir el tipo de fotografía que haces, ¿Cómo sería?
Me gusta pensar que mis fotos son faltas de ortografía de un cotidiano en constante transformación. Una especie de descuido permanente o transitorio que está enfrente nuestro y a veces no lo notamos. La falta de prolijidad también es parte de esos errores, las huellas azarosas de un velado o mal revelado. La imagen perdida.
En la actualidad vive en Santiago de Chile hace 8 años “Siempre quise vivir en Santiago. Me entusiasmé con las masas en movimiento, las luces de neón, el ruido de las micros en la madrugada y la intensa variedad de personalidades que se me cruzaron en mis años de estudiante”.
Susan Sontag decía que el fotógrafo luego de un tiempo deja de ser percibido como un observador imparcial, que cada uno puede tener su propia visión sobre un mismo hecho o situación y esto lo denomina como “visión fotográfica”. Rodrigo enfrenta dicha visión desde la metonimia y la tensión con la que se pueden afrontar los diferentes lugares en los que se encuentra. Por esto mismo, los espacios y sus errores, las calles, las transformaciones y su memoria son elementos que se pueden observar en el trabajo de Rodrigo Vergara.
Si tuvieras que describir el tipo de fotografía que haces, ¿Cómo sería?
Me gusta pensar que mis fotos son faltas de ortografía de un cotidiano en constante transformación. Una especie de descuido permanente o transitorio que está enfrente nuestro y a veces no lo notamos. La falta de prolijidad también es parte de esos errores, las huellas azarosas de un velado o mal revelado. La imagen perdida.
Desde tu perspectiva. ¿Cómo crees que se ha tratado el tema territorial en la fotografía contemporánea chilena?
Chile es un país larguísimo con una geografía exuberante, muy fértil culturalmente pero también lleno de heridas y penas. Creo que la fotografía ha sido un complemento a la poesía que se ha escrito de este país, una forma de recuperar los espacios perdidos que han quedado grabados en nuestra memoria. Es difícil pasar por alto este territorio al hacer fotos, creo que es una cuestión inherente a cualquier injusticia o júbilo que los proyectos puedan abarcar.
A pesar de vivir en la zona metropolitana, Rodrigo dice que “siempre he sentido un profundo interés por los pueblos pequeños y alejados, bordeando el abandono, otro ritmo, otro estilo de vida. Necesito vivir en el tumulto, pero el contraste me parece esencial para un equilibrio sano en mi cotidianidad”.
Dicho equilibrio de la cotidianidad se condice con el ejercicio de la memoria a través de la fotografía, lo cual permite rescatar ciertos lugares escondidos, y muchas veces silenciados, en la extensa territorialidad chilena. Hoy en día Rodrigo está trabajando en la edición de su primer fotolibro, un proyecto que cuenta con seis años de fotografía sobre la cárcel de Pisagua. “Ha sido un desarrollo lento y lleno de inseguridades pero que ha logrado llegar a buen puerto. Estas son algunas de las imágenes que integrarán el libro. Una cárcel que funcionó como centro de concentración y fue convertida en hotel después de la dictadura. Las contradicciones de un país que le ha faltado el respeto a la memoria históricamente”.
Chile es un país larguísimo con una geografía exuberante, muy fértil culturalmente pero también lleno de heridas y penas. Creo que la fotografía ha sido un complemento a la poesía que se ha escrito de este país, una forma de recuperar los espacios perdidos que han quedado grabados en nuestra memoria. Es difícil pasar por alto este territorio al hacer fotos, creo que es una cuestión inherente a cualquier injusticia o júbilo que los proyectos puedan abarcar.
A pesar de vivir en la zona metropolitana, Rodrigo dice que “siempre he sentido un profundo interés por los pueblos pequeños y alejados, bordeando el abandono, otro ritmo, otro estilo de vida. Necesito vivir en el tumulto, pero el contraste me parece esencial para un equilibrio sano en mi cotidianidad”.
Dicho equilibrio de la cotidianidad se condice con el ejercicio de la memoria a través de la fotografía, lo cual permite rescatar ciertos lugares escondidos, y muchas veces silenciados, en la extensa territorialidad chilena. Hoy en día Rodrigo está trabajando en la edición de su primer fotolibro, un proyecto que cuenta con seis años de fotografía sobre la cárcel de Pisagua. “Ha sido un desarrollo lento y lleno de inseguridades pero que ha logrado llegar a buen puerto. Estas son algunas de las imágenes que integrarán el libro. Una cárcel que funcionó como centro de concentración y fue convertida en hotel después de la dictadura. Las contradicciones de un país que le ha faltado el respeto a la memoria históricamente”.
Walter Benjamin señaló en un momento que la fotografía se transformaban en pruebas de hechos históricos y con eso adquieren una significación política “la escena del crimen siempre está desierta”. Hacer un ejercicio de rescatar fotográficamente lugares usurpados y vejados, permite volver a mirar esos espacios con el respeto que la gente que los habitó y sufrió, merecen. Como menciona Rodrigo: es un paso para dejar de faltarle el respeto a la memoria.