Pésimo servicio
El arte desde el territorio como forma de trascender lo escondido
por Juana Anuarí - 2021
Desde Valparaíso e integrado por siete artistas de diferentes disciplinas y oficios, el colectivo porteño “Pésimo Servicio” surgió en la urgencia que ameritaba el contexto de revuelta social, vivido en Chile durante octubre de 2019. Y tal como lo describen les fotógrafes Paula López-Droguett y Rodolfo Muñoz, más que ser un hecho premeditado, constituirse como tal les llevó tiempo de reflexión, variados cuestionamientos propios y con ello una forma orgánica de trabajo donde han colaborado con múltiples artistas e investigadores, trasladando las intervenciones al terreno del espacio público.
Además de Paula y Rodolfo, Pésimo servicio está compuesto por la diseñadora y artista de collage Danila Ilabaca y el restaurador Iñaki de Rementería, quienes junto a los artistas visuales Gabriel Vilches, Camila Fuenzalida y Pablo Suazo, forman el total del colectivo.
Los inicios: Entre la revuelta y la urgencia
Sin dar un nombre definitivo a lo que hacían, unos días antes del 19 de octubre, comenzaron algunas reuniones para generar lo que en un inicio veían como una cooperativa de trabajo. “Todes somos artistas, obviamente precarizados como todes les artistas y queríamos encontrar una manera, ya que teníamos distintos oficios, para buscar una economía de trabajo, gestionar pegas y arrendar un taller”.
Luego de ver lo que sucedía en Santiago y lo que vino después para el resto de las regiones del país, el grupo confluyó en la necesidad de generar material para las marchas, empezando a hacer afiches que “cumplieron doble propósito, información para el lector y un mini lienzo para las protestas. Al inicio nosotres empezamos a darnos cuenta de que había un montón de información y cosas que pasaban día a día. Sentimos la necesidad de bajar todo eso”.
La conformación de las frases que incluyeron en sus primeras intervenciones fue por lo escuchado principalmente en las calles. “La primera semana era como: ‘esta frase la dijo esta señora o este poema es interesante, pongámoslo’. Pero si pensamos en Pésimo ahora, tenemos trabajos de más largo aliento, creo que todos nuestros últimos proyectos han sido con mucho más de los siete, cambiando la manera de trabajo en relación a los tiempos”.
¿Creen que el trabajo colectivo es el nuevo espacio de cuestionamiento desde las artes?
Paula: “A mi parecer la colectivización sí, el trabajo colectivo no necesariamente. Creo que es bueno abrir los procesos, ya que colectivizar va contra la lógica de la competencia, hace que el mensaje llegue a más personas y realizas cosas que sola no podrías. Cambias tu pensamiento y lo nutres. Es bonito mezclarse con otres, enseñarnos entre nosotres y generar lazos”.
Rodolfo: “Yo creo que la historia es cíclica, el periodo que estamos viviendo ahora es uno de convulsión y se están acomodando las piezas del ajedrez. Siento que la colectividad es interesante en este momento, como para desarrollar metodologías colectivas de trabajo”.
Además de Paula y Rodolfo, Pésimo servicio está compuesto por la diseñadora y artista de collage Danila Ilabaca y el restaurador Iñaki de Rementería, quienes junto a los artistas visuales Gabriel Vilches, Camila Fuenzalida y Pablo Suazo, forman el total del colectivo.
Los inicios: Entre la revuelta y la urgencia
Sin dar un nombre definitivo a lo que hacían, unos días antes del 19 de octubre, comenzaron algunas reuniones para generar lo que en un inicio veían como una cooperativa de trabajo. “Todes somos artistas, obviamente precarizados como todes les artistas y queríamos encontrar una manera, ya que teníamos distintos oficios, para buscar una economía de trabajo, gestionar pegas y arrendar un taller”.
Luego de ver lo que sucedía en Santiago y lo que vino después para el resto de las regiones del país, el grupo confluyó en la necesidad de generar material para las marchas, empezando a hacer afiches que “cumplieron doble propósito, información para el lector y un mini lienzo para las protestas. Al inicio nosotres empezamos a darnos cuenta de que había un montón de información y cosas que pasaban día a día. Sentimos la necesidad de bajar todo eso”.
La conformación de las frases que incluyeron en sus primeras intervenciones fue por lo escuchado principalmente en las calles. “La primera semana era como: ‘esta frase la dijo esta señora o este poema es interesante, pongámoslo’. Pero si pensamos en Pésimo ahora, tenemos trabajos de más largo aliento, creo que todos nuestros últimos proyectos han sido con mucho más de los siete, cambiando la manera de trabajo en relación a los tiempos”.
¿Creen que el trabajo colectivo es el nuevo espacio de cuestionamiento desde las artes?
Paula: “A mi parecer la colectivización sí, el trabajo colectivo no necesariamente. Creo que es bueno abrir los procesos, ya que colectivizar va contra la lógica de la competencia, hace que el mensaje llegue a más personas y realizas cosas que sola no podrías. Cambias tu pensamiento y lo nutres. Es bonito mezclarse con otres, enseñarnos entre nosotres y generar lazos”.
Rodolfo: “Yo creo que la historia es cíclica, el periodo que estamos viviendo ahora es uno de convulsión y se están acomodando las piezas del ajedrez. Siento que la colectividad es interesante en este momento, como para desarrollar metodologías colectivas de trabajo”.
Todes practican diferentes disciplinas, ¿Cómo confluyen todas estas expresiones a la hora de trabajar?
Rodolfo: “A veces es mucho más como un espacio público, cuando hemos hecho cosas afuera, lo que tiene una preponderancia real es la gráfica y el mensaje, y ahí van confluyendo ciertas cosas como la imagen y el contenido”.
Paula: “Yo creo que la gran diferencia es que nos planteamos temáticas globales, que no son personales. Entonces desde la temática está la urgencia de lo que está pasando en el momento. Ahí empiezan diálogos y asambleas durante días para llegar a una idea, después eso se va puliendo, evolucionando y creciendo”.
Lo más complejo no es la idea, aseguraron los artistas, sino que la investigación y la producción de las intervenciones. “Es por eso que tendemos a incluir a más personas, porque no podemos estar hablando de la mar sin conversar con expertos de la mar. Es medio ingenuo, entonces en cada uno de los proyectos involucramos a personas que dan su vida en eso y que nos ayudan en esta investigación”.
“Volver a entender que el arte debe ser político”
Una de sus más recientes experiencias colaborativas fue en el norte del país junto a Fundación Desierto de Atacama y el Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama (LAGDA). Donde tuvieron la oportunidad de hacer mentorías a artistas del territorio, con los que pusieron en valor la historia y las consecuencias del extractivismo de la minería. “Es importante esa puesta en valor porque la misma gente que habita el territorio ya lo desconoce porque ha sido borrado, ya que siempre son historias que se quieren desaparecer frente a este progreso”.
Instancias de reflexión y colaboración como estas, hacen que las problemáticas que se esconden surjan y tensionen el espacio público en un ejercicio de memoria, tomando el arte un valor de develar la información. “Es lo que nos importa en Pésimo, visibilizar problemáticas que están ahí presentes, pero que se ocultan y dejan de ser parte de la historia oficial, de lo que se va a recordar después”, estableció López-Droguett.
Los cambios sociales que se han producido en los últimos años en Chile, han propiciado más que una apertura del arte, un reencuentro con esa fuerte raíz política con la que generaciones de artistas, han cuestionado un sin fin de temáticas que surgen contra la violencia de Estado. “El salir a la calle fue super fructífero para el arte, porque primero nos enfrentó a pensar: ‘bueno, estamos todos en la misma’, se abrió un sentido de lo que le duele a esa persona, me duela a mi también”.
Junto a esto, destacan la posibilidad de entender el escenario artístico no como disciplinas individuales, sino como una mezcla de diferentes posibilidades de expresión, poniendo todo esto en función del valor social. “Lo importante es compartir en la calle de manera horizontal y que cualquier persona pueda imprimir las cosas y pegarlas. Creo que lo poderoso es volver a entender que el arte debe ser político”.
Rodolfo: “A veces es mucho más como un espacio público, cuando hemos hecho cosas afuera, lo que tiene una preponderancia real es la gráfica y el mensaje, y ahí van confluyendo ciertas cosas como la imagen y el contenido”.
Paula: “Yo creo que la gran diferencia es que nos planteamos temáticas globales, que no son personales. Entonces desde la temática está la urgencia de lo que está pasando en el momento. Ahí empiezan diálogos y asambleas durante días para llegar a una idea, después eso se va puliendo, evolucionando y creciendo”.
Lo más complejo no es la idea, aseguraron los artistas, sino que la investigación y la producción de las intervenciones. “Es por eso que tendemos a incluir a más personas, porque no podemos estar hablando de la mar sin conversar con expertos de la mar. Es medio ingenuo, entonces en cada uno de los proyectos involucramos a personas que dan su vida en eso y que nos ayudan en esta investigación”.
“Volver a entender que el arte debe ser político”
Una de sus más recientes experiencias colaborativas fue en el norte del país junto a Fundación Desierto de Atacama y el Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama (LAGDA). Donde tuvieron la oportunidad de hacer mentorías a artistas del territorio, con los que pusieron en valor la historia y las consecuencias del extractivismo de la minería. “Es importante esa puesta en valor porque la misma gente que habita el territorio ya lo desconoce porque ha sido borrado, ya que siempre son historias que se quieren desaparecer frente a este progreso”.
Instancias de reflexión y colaboración como estas, hacen que las problemáticas que se esconden surjan y tensionen el espacio público en un ejercicio de memoria, tomando el arte un valor de develar la información. “Es lo que nos importa en Pésimo, visibilizar problemáticas que están ahí presentes, pero que se ocultan y dejan de ser parte de la historia oficial, de lo que se va a recordar después”, estableció López-Droguett.
Los cambios sociales que se han producido en los últimos años en Chile, han propiciado más que una apertura del arte, un reencuentro con esa fuerte raíz política con la que generaciones de artistas, han cuestionado un sin fin de temáticas que surgen contra la violencia de Estado. “El salir a la calle fue super fructífero para el arte, porque primero nos enfrentó a pensar: ‘bueno, estamos todos en la misma’, se abrió un sentido de lo que le duele a esa persona, me duela a mi también”.
Junto a esto, destacan la posibilidad de entender el escenario artístico no como disciplinas individuales, sino como una mezcla de diferentes posibilidades de expresión, poniendo todo esto en función del valor social. “Lo importante es compartir en la calle de manera horizontal y que cualquier persona pueda imprimir las cosas y pegarlas. Creo que lo poderoso es volver a entender que el arte debe ser político”.