La fotografía como terapia
Matías Poblete
Entrevista
por Axel Indey - 2022
por Axel Indey - 2022
Un viejo adagio dice que fotografiar es pintar con luz. Matías Poblete, puentealtino desde los dos años, trae a colación esta frase al asegurar que, de no haber sido fotógrafo, probablemente se habría dedicado a la pintura, como su hermano mayor.
Proveniente de una familia de artistas, Poblete siempre supo que seguiría el mismo camino que sus primos y hermanos. La cámara que recibió como regalo de sus padres a los quince años fue solo la herramienta que canalizó esa inquietud interna que lo acompañaba desde la infancia; fue una manera de dar una forma concreta a aquello que se movía en su interior y pujaba por salir.
“Mi primer acercamiento al arte fue a través de la pintura, porque mi hermano es pintor. Él fue mi primer referente, pero como a mí no se me daba mucho lo de pintar o dibujar empecé a buscar otros métodos para plasmar lo que yo quería decir, porque siempre he tenido esa inquietud por decir algo. En una oportunidad, mi primo, que también es fotógrafo, me enseñó la página de Magnum Photos y eso me dio mucha inspiración, ahí comencé a guiarme sobre todo por lo clásico y lo poético”.
Terminada su etapa escolar, Matías Poblete ingresó directamente a estudiar fotografía. Pero no fue solo la enseñanza formal de la disciplina lo que marcó un punto de inflexión en su trabajo: fue también la experiencia de abandonar todas las mañanas su hogar en Puente Alto para sumergirse en el caos del centro santiaguino. Allí, caminando con su cámara por las calles y pasajes de la urbe, encontró los elementos que hoy destaca como característicos de su fotografía: el movimiento, la ansiedad y el ruido.
A sus 30 años, Poblete sigue buscando experiencias formativas en cada oportunidad que se le presenta. El artista asegura que a través de los talleres y workshops ha encontrado la retroalimentación que ha afinado su mirada y le ha permitido evolucionar su trabajo fotográfico.
Proveniente de una familia de artistas, Poblete siempre supo que seguiría el mismo camino que sus primos y hermanos. La cámara que recibió como regalo de sus padres a los quince años fue solo la herramienta que canalizó esa inquietud interna que lo acompañaba desde la infancia; fue una manera de dar una forma concreta a aquello que se movía en su interior y pujaba por salir.
“Mi primer acercamiento al arte fue a través de la pintura, porque mi hermano es pintor. Él fue mi primer referente, pero como a mí no se me daba mucho lo de pintar o dibujar empecé a buscar otros métodos para plasmar lo que yo quería decir, porque siempre he tenido esa inquietud por decir algo. En una oportunidad, mi primo, que también es fotógrafo, me enseñó la página de Magnum Photos y eso me dio mucha inspiración, ahí comencé a guiarme sobre todo por lo clásico y lo poético”.
Terminada su etapa escolar, Matías Poblete ingresó directamente a estudiar fotografía. Pero no fue solo la enseñanza formal de la disciplina lo que marcó un punto de inflexión en su trabajo: fue también la experiencia de abandonar todas las mañanas su hogar en Puente Alto para sumergirse en el caos del centro santiaguino. Allí, caminando con su cámara por las calles y pasajes de la urbe, encontró los elementos que hoy destaca como característicos de su fotografía: el movimiento, la ansiedad y el ruido.
A sus 30 años, Poblete sigue buscando experiencias formativas en cada oportunidad que se le presenta. El artista asegura que a través de los talleres y workshops ha encontrado la retroalimentación que ha afinado su mirada y le ha permitido evolucionar su trabajo fotográfico.
“A mí me encanta estudiar, me gusta mucho la parte teórica, intento sacarle el jugo a los profesores. Tener a Claudio Pérez, por ejemplo, me impactó muchísimo. A pesar de ser una persona muy estricta me marcó un antes y un después. Me hizo entender que tenía que sacar más de mí, sacar más de la guata. Ahí sentí que me empecé a soltar más y empecé a decir cosas con la foto y no preocuparme tanto de si estaba bien encuadrado o no, sino que era más importante el mensaje”.
“Mis inquietudes y mis inspiraciones comenzaron a cambiar. Siempre me llamó lo documental, pero había algo más allá de lo documental: era verme a mí también en la foto. Yo quería estar ahí, quería ver la foto y verme, sin estar físicamente. No quería ser el protagonista, pero sí un testigo. No alejarme y sacar una foto del hecho. Porque a mí también me pasan cosas, también tengo miedos y también tengo penas”.
El año 2021, Matías Poblete publicó su primer fotolibro, Los árboles pasan por mi ventana, el cual reúne fotografías tomadas a lo largo de cinco años en su transitar por las calles de la ciudad, por su casa en Puente Alto y, como él mismo señala, por su intimidad.
“El hilo conductor que une este fotolibro son los dolores que me han acompañado durante toda la vida. Empecé a sacar fotos por sacar fotos, lo hacía más por instinto, sin premeditar lo que quería decir, pero me dí cuenta de que las fotos por sí solas comenzaban a decir algo. ¿Por qué llegaba siempre a los mismos temas? ¿Por qué llegaba siempre a ciertas figuras?”
En las últimas páginas de Los árboles pasan por mi ventana, Poblete habla sobre sus inseguridades, miedos y ansiedades, atisbos de lo acontecido que lo acompañan hasta el día de hoy. Momentos que permanecían dormidos en su cabeza, pero que gracias a la fotografía fue capaz de despedir.
“Mis inquietudes y mis inspiraciones comenzaron a cambiar. Siempre me llamó lo documental, pero había algo más allá de lo documental: era verme a mí también en la foto. Yo quería estar ahí, quería ver la foto y verme, sin estar físicamente. No quería ser el protagonista, pero sí un testigo. No alejarme y sacar una foto del hecho. Porque a mí también me pasan cosas, también tengo miedos y también tengo penas”.
El año 2021, Matías Poblete publicó su primer fotolibro, Los árboles pasan por mi ventana, el cual reúne fotografías tomadas a lo largo de cinco años en su transitar por las calles de la ciudad, por su casa en Puente Alto y, como él mismo señala, por su intimidad.
“El hilo conductor que une este fotolibro son los dolores que me han acompañado durante toda la vida. Empecé a sacar fotos por sacar fotos, lo hacía más por instinto, sin premeditar lo que quería decir, pero me dí cuenta de que las fotos por sí solas comenzaban a decir algo. ¿Por qué llegaba siempre a los mismos temas? ¿Por qué llegaba siempre a ciertas figuras?”
En las últimas páginas de Los árboles pasan por mi ventana, Poblete habla sobre sus inseguridades, miedos y ansiedades, atisbos de lo acontecido que lo acompañan hasta el día de hoy. Momentos que permanecían dormidos en su cabeza, pero que gracias a la fotografía fue capaz de despedir.
“Siempre después de una gran herida queda una cicatriz, y a veces molesta, pica, arde, pero el darme cuenta de dónde viene la ansiedad, la melancolía y la tristeza es sanador y terapéutico. Quizás fue una reconciliación, para mí hacer este libro fue avanzar un paso y dejar algo atrás. La fotografía para mí ha sido una terapia y lo seguirá siendo, porque aún hay cosas que sanar. Para muchos creo que es la terapia absoluta”.
Hoy Matías Poblete reconoce que sus preocupaciones e intereses han cambiado. Este año le diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune que inflama las articulaciones de las manos y los pies. En paralelo al drama personal que supone la enfermedad, su estética también ha virado: hoy sus fotografías representan espacios vacíos y ambientes calmos que invitan a la contemplación.
“Tengo un proyecto en mente que es ir al bosque Panul en La Florida, que es el último bosque esclerófilo que va existiendo y lo quieren edificar. Quiero tomar la cámara e ir para allá y buscar calma. Mi trabajo anterior tenía mucho de movimiento, de vibración, y ahora quiero que sea mucho más tranquilo, quiero buscar calma, quiero buscar esperanza. La naturaleza siempre otorga eso, serenidad e introspección. Siento que me falta más de eso, conectarme más con el mundo y conmigo”.
Consultado acerca de cómo describiría hoy su trabajo fotográfico, Matías Poblete se toma un minuto para responder. “Mi fotografía se ha ido tejiendo con el tiempo”, asegura. “Uno no puede decir al empezar cómo quiere ser o cómo quiere que sea su foto, pero sí puedo decir que se ha ido materializando algo, un concepto. Mi trabajo tiene que ver mucho con las emociones y con mi interior. Siempre he trabajado con las cosas que me afligen y las cosas que me alegran, pero sobre todo trabajo en torno al dolor”.
Hoy Matías Poblete reconoce que sus preocupaciones e intereses han cambiado. Este año le diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune que inflama las articulaciones de las manos y los pies. En paralelo al drama personal que supone la enfermedad, su estética también ha virado: hoy sus fotografías representan espacios vacíos y ambientes calmos que invitan a la contemplación.
“Tengo un proyecto en mente que es ir al bosque Panul en La Florida, que es el último bosque esclerófilo que va existiendo y lo quieren edificar. Quiero tomar la cámara e ir para allá y buscar calma. Mi trabajo anterior tenía mucho de movimiento, de vibración, y ahora quiero que sea mucho más tranquilo, quiero buscar calma, quiero buscar esperanza. La naturaleza siempre otorga eso, serenidad e introspección. Siento que me falta más de eso, conectarme más con el mundo y conmigo”.
Consultado acerca de cómo describiría hoy su trabajo fotográfico, Matías Poblete se toma un minuto para responder. “Mi fotografía se ha ido tejiendo con el tiempo”, asegura. “Uno no puede decir al empezar cómo quiere ser o cómo quiere que sea su foto, pero sí puedo decir que se ha ido materializando algo, un concepto. Mi trabajo tiene que ver mucho con las emociones y con mi interior. Siempre he trabajado con las cosas que me afligen y las cosas que me alegran, pero sobre todo trabajo en torno al dolor”.