“Lo que me brindó la práctica artística es accionar para no olvidar”


Matias Fuentes

Entrevista
por Juana Balcazar - 2023
El trabajo de Matías Fuentes recoge elementos de lo cotidiano, para grabar en ellos la memoria. Obras donde se puede observar el camino desde el imaginario personal a lo colectivo; reconvirtiendo los objetos físicos en pequeños resabios del pasado. El artista, nacido en Nueva Imperial en 1999, conversó con revista Letargo sobre sus inquietudes, reflexiones y tensiones sobre el olvido y la muerte.

De una familia que no está ligada al mundo artístico, Matías fue el primero que decide estudiar arte en la universidad, enfrentándose a lo que comentó, fue un golpe cultural, ya que pudo observar la visión occidental y patriarcal que prima en el estudio del arte, y la falta de espacios en el sur de Chile. “Hablando en términos académicos, solo existe la carrera de artes visuales en la Universidad Católica de Temuco, y no hay nada más, lo mismo pasa con los espacios expositivos”.

Un movilizador clave de su trabajo es el miedo a olvidar, es desde ahí que comienza a desarrollar gestos y acciones, encontrando un camino para sostener los recuerdos, grabando en humo fotografías sobre objetos cotidianos que va recogiendo, como colchones, piezas de cocinas oxidadas, piedras, entre otros. 

Tomando en cuenta que tu quehacer artístico gira en torno a la memoria, ¿cómo crees que se ha configurado de forma colectiva en nuestro país en las últimas décadas?

“Chile es un país sin memoria. Se ha potenciado mucho la idea de una memoria histórica ligada a los grandes héroes, que es fuertemente patriarcal y hegemónica, realzando los grandes hitos. Yo entiendo como memoria colectiva todo lo que se ha construido por debajo de aquello. Darle nombre y cara al lado de los vencidos, lugar donde también me posiciono”.

Si bien su formación estuvo marcada por las bellas artes, siempre le interesó la fotografía, el video y el arte de acción o performance. Es dentro de esa búsqueda en su práctica artística, donde su obra “Ejercicios para asentar la memoria en el paisaje”, donde deja flotar siluetas de cartón en el río con la frase: “tu nombre y tu apellido”, suponen un espacio más consciente: “Encontré interesante lo procesual dentro de la obra, en una forma de asentar esa memoria, que tampoco es tangible. Yo sabía que esa silueta iba a terminar río abajo destruida, pero al momento de hacerlo, ya algo pasaba”.


Es la acción, la que transforma su obra en un eje de resistencia al olvido. Es un intento, aunque este no tenga un fin establecido, son preguntas que se abren, y que no necesariamente buscan respuestas. Es lo sincero de este acto, donde radica la importancia de su trabajo, que en los espacios del cotidiano plantea las inquietudes del tiempo y su cambio frente a la muerte.

Un grito al olvido

El trabajo de Matías está muy ligado a los territorios que habita. En sus inicios el campo, los bosques y ríos, eran escenario de aquellas pequeñas acciones de porfía. Hoy vive en Santiago y está en un proceso de búsqueda en este nuevo territorio. “Creo que, al venirme a la capital, me costó mucho retomar cosas que podía hacer naturalmente en el sur, porque me costaba conectar con los lugares”.

Experimentando con una serie de pequeños grabados de piroxilina, ya sea en comprimidos de paracetamol o cilindros de papel higiénico, encontró en los objetos a su alrededor nuevos territorios, donde logró traspasar una imagen y sostenerla. “Trabajar con objetos viene de pensar que estos también son un contenedor de memorias, y al exponer, la gente lo asocia con sus propias vivencias, y eso me parece muy interesante, porque al final se construyen diálogos donde la imagen abre otras posibilidades”.

¿De qué manera crees que la memoria personal pasa a ser colectiva?

“Me parece interesante la idea de tensionar la memoria desde un soporte. Las fotografías que ocupé, en un comienzo, eran de personas que me enviaron sus archivos luego de abrir una convocatoria en Instagram. Eran fotos familiares que puedes ver en cualquier álbum, pero también las unía esta especie de estética chilena, donde a la gente le hacía sentido. Daba lo mismo la imagen que fuera, inmediatamente la conectaban con su propia realidad”.

En Rellenar los vacíos de la memoria, haces una relación con aquella rejilla para el desagüe, con forma de caballo de mar, que estaba en centros de tortura como Londres 38 ¿Cómo crees que desde el arte se pueden realizar acciones para revertir el olvido? 

“Tenía mucho respeto por lo que eso significaba. Yo veía esta rejilla de niño y no sabía de dónde era. Y después en unas vacaciones en Santiago a los 14 años, fui al Museo de la Memoria y la rejilla estaba ahí. Yo lo asociaba mucho al baño de la casa de mi abuelo, y ahí está la memoria personal que se vuelve también colectiva, porque ya no era un recuerdo que me pertenecía a mí, sino que significaba algo mayor. Lo que me brindó la práctica artística es accionar para no olvidar, y el compartirlo abre formas donde las personas pueden sentir que es posible sostener una memoria”.

Matías se encuentra hoy colectivizando su quehacer, no está de acuerdo con la idea del artista solitario, “siempre he tratado de sostener mi práctica con otras personas”, estableció. Elemento que le parece fundamental, y que se materializa en proyectos como el laboratorio “Pedacito de verdad”, donde ahonda junto a la también artista y diseñadora Diamela Burboa, en la práctica artística como forma de construir nuevas posibilidades para la cotidianidad.

Construir en el gesto, y en su intento recoger lo habitual, es lo que representa la obra de Fuentes, entender lo frágil de la memoria, reconocer que, aunque se intente reconstruir nunca será igual, y colectivizar para resistir en ella evitando el olvido, es lo que se esconde en esos rostros calcados en el colchón, en la almohada o el plato de cocina, y que son el pacto de permanencia que el artista crea con su obra.