Marina Cisneros:
“Pensar la fotografía puede transformar nuestra existencia”
por Juan Alfaro - 2021
La amplitud de las temáticas que aborda el trabajo de esta artista argentina, son parte de la riqueza que hacen destacar su obra, no solo personal, sino las miradas que envuelven lo pedagógico y las nuevas visiones en torno a reflexionar sobre la imagen. A través de un método que ella misma diseñó, Cisneros quiere dejar una huella con su trabajo y construir una historia nueva que incluya todas las miradas que fueron apartadas y acalladas en la historia del arte oficial.
Nacida en 1985 en Neuquén, una de las ciudades más pobladas de la Patagonia argentina, la fotógrafa y gestora cultural comenzó esta conversación con Letargo revista, hablando sobre su infancia y primeros acercamientos a la fotografía. “Vengo de un sistema familiar que estaba un poco roto, así que la infancia fue extraña, solitaria, siempre fui muy pensativa y contemplativa, fue en ese momento que desarrollé mucho la imaginación”, comentó.
¿Cuál es tu primer acercamiento a la fotografía o lo audiovisual?
“Mi papá nos llevaba bastante a ver espectáculos de música, se escuchaba mucha música en mi casa, creo que ese fue uno de los principales acercamientos a la expresión artística”.
¿Recuerdas qué tipo de música se escuchaba?
“En ese tiempo había una mezcla, mi mamá con el romance latino de los noventa y mi papá con un folclore y el nuevo rock de ese tiempo. Después la gran amiga que me acercó al arte, quieras o no, fue la televisión”, estableció entre risas.
Desde la contemplación de su niñez, el autorretrato se transforma en parte principal no solo de su obra, sino de su manera de pensar la fotografía como un ritual que adquiere un nuevo sentido, uno que contribuye a la exploración mediante la imagen, resultando necesaria para la supervivencia del artista.
¿De qué forma mientras te retratas, la fotografía se convierte en una herramienta de pensamiento?
“En la medida en que salgo del acto fotográfico y me meto en un espacio de reflexión, ya que para mí este acto es más amplio, empieza en mi cuerpo, en la necesidad de hacer esa foto. Pienso que el autorretrato es una manera de explorarse desde distintos lugares, y esto concluye en que el acto fotográfico comienza antes de la foto en sí”.
Es en la separación de la obra y el artista, donde Cisneros encuentra respuestas y nuevas interrogantes que desafían al cuerpo retratado, encontrando incluso una interpelación a la existencia propia. “Una también tiene que tener la predisposición para cuestionarse desde la fotografía, pensándola como la huella de ese vínculo entre la persona y el mundo que la rodea”, comentó.
La mirada de una nueva enseñanza
Traspasar el pensamiento individual de la fotografía y compartir la reflexión que nace de este arte, es otra área que abarca el trabajo de Marina, la coordinación de talleres y la gestión de proyectos artísticos multidisciplinares es parte también de su rol como directora en espacio RARA, destinado al pensamiento, experimentación y producción de la imagen fotográfica artística y contemporánea, un lugar creado para todas aquellas personas que no se sienten cómodas en el sistema hegemónico de la fotografía y el arte tradicional.
¿Cuál es la importancia de pensar la imagen fotográfica situándonos en el contexto contemporáneo?
“Para mí la fotografía es la huella del vínculo que cualquier artista o persona que utilice ese medio, está teniendo con el mundo. Entonces me parece urgente profundizar en ese vínculo, para revisar cómo nos estamos relacionando con el espacio que habitamos. En este obrar artístico, pensar la fotografía puede transformar nuestra existencia”.
Nacida en 1985 en Neuquén, una de las ciudades más pobladas de la Patagonia argentina, la fotógrafa y gestora cultural comenzó esta conversación con Letargo revista, hablando sobre su infancia y primeros acercamientos a la fotografía. “Vengo de un sistema familiar que estaba un poco roto, así que la infancia fue extraña, solitaria, siempre fui muy pensativa y contemplativa, fue en ese momento que desarrollé mucho la imaginación”, comentó.
¿Cuál es tu primer acercamiento a la fotografía o lo audiovisual?
“Mi papá nos llevaba bastante a ver espectáculos de música, se escuchaba mucha música en mi casa, creo que ese fue uno de los principales acercamientos a la expresión artística”.
¿Recuerdas qué tipo de música se escuchaba?
“En ese tiempo había una mezcla, mi mamá con el romance latino de los noventa y mi papá con un folclore y el nuevo rock de ese tiempo. Después la gran amiga que me acercó al arte, quieras o no, fue la televisión”, estableció entre risas.
Desde la contemplación de su niñez, el autorretrato se transforma en parte principal no solo de su obra, sino de su manera de pensar la fotografía como un ritual que adquiere un nuevo sentido, uno que contribuye a la exploración mediante la imagen, resultando necesaria para la supervivencia del artista.
¿De qué forma mientras te retratas, la fotografía se convierte en una herramienta de pensamiento?
“En la medida en que salgo del acto fotográfico y me meto en un espacio de reflexión, ya que para mí este acto es más amplio, empieza en mi cuerpo, en la necesidad de hacer esa foto. Pienso que el autorretrato es una manera de explorarse desde distintos lugares, y esto concluye en que el acto fotográfico comienza antes de la foto en sí”.
Es en la separación de la obra y el artista, donde Cisneros encuentra respuestas y nuevas interrogantes que desafían al cuerpo retratado, encontrando incluso una interpelación a la existencia propia. “Una también tiene que tener la predisposición para cuestionarse desde la fotografía, pensándola como la huella de ese vínculo entre la persona y el mundo que la rodea”, comentó.
La mirada de una nueva enseñanza
Traspasar el pensamiento individual de la fotografía y compartir la reflexión que nace de este arte, es otra área que abarca el trabajo de Marina, la coordinación de talleres y la gestión de proyectos artísticos multidisciplinares es parte también de su rol como directora en espacio RARA, destinado al pensamiento, experimentación y producción de la imagen fotográfica artística y contemporánea, un lugar creado para todas aquellas personas que no se sienten cómodas en el sistema hegemónico de la fotografía y el arte tradicional.
¿Cuál es la importancia de pensar la imagen fotográfica situándonos en el contexto contemporáneo?
“Para mí la fotografía es la huella del vínculo que cualquier artista o persona que utilice ese medio, está teniendo con el mundo. Entonces me parece urgente profundizar en ese vínculo, para revisar cómo nos estamos relacionando con el espacio que habitamos. En este obrar artístico, pensar la fotografía puede transformar nuestra existencia”.
Es en espacio RARA que desde una perspectiva transfeminista se busca sumar las miradas que estuvieron siempre por fuera de la norma, ya que según Marina “el único modelo a seguir en cuanto a mirada fotográfica, estaba totalmente masculinizado, y la creación de la imagen históricamente habla de lo que esos hombres han hecho y han mirado, llegando incluso a influir en cómo nos miramos a nosotras mismas. Pensemos que el arte es un modo de ensayar el mundo, si no tenemos una diversidad ahí, es como si tuviéramos solo un sistema”, expresó.
El rol del gestor cultural entra como un acompañamiento a los y las artistas en la construcción de sus proyectos, la fotógrafa argentina estableció además que le parece indispensable que cualquier persona que trabaje en gestión cultural, sea artista, ya que “cuando uno es artista, entiende que las cosas no se pueden gestionar como te las enseñó una institución”, enfatizando en la necesidad de que los programas artísticos tengan siempre una vinculación con la comunidad y las necesidades básicas del territorio donde se está gestionando.
El 2016 Marina creó el método pedagógico que luego llamó “Esto No Es Fotografía”, un procedimiento que consta de tres partes que concluyen en el autorretrato como tal; primeramente, se parte con un proceso llamado “La extrañeza de lo cotidiano”, donde la mirada se vuelve ajena y se busca dar un nuevo sentido a las cosas retratadas. Luego, en la segunda parte del proceso, se trabaja sobre un lenguaje propio, se agrupan las imágenes y se comienza a trabajar sobre la prescripción de las fotografías, quitándole el sentido que tuvo cuando se realizó, llegando a la última parte del método, que tiene que ver con enfrentarse a la mirada propia y poder reconocer un lenguaje único.
Es en estas nuevas formas de enseñanza que la artista busca construir nuevas redes de aprendizaje, y no solo eso, contribuir a la reconstrucción de la memoria colectiva desde la imagen. Es aquí donde su trabajo la posiciona desde los pensamientos feministas y en específico su participación en el Archivo de la Memoria Trans de Argentina, espacio para la protección, construcción y reivindicación que nace como un proyecto de las activistas María Belén Correa y Claudia Pía Baudracco, un proyecto consolidado en Buenos Aires que a principios de este año comenzó a pensar en el trabajo conjunto con otras provincias del país.
“A mi me convocan como fotógrafa en Neuquén junto a Tatiana Villagra, referente trans en la ciudad, empezamos a armar un equipo de trabajo del archivo trans acá y nos planteamos el objetivo de conocer a las personas mayores de la provincia, que son las que corren más riesgo de vida, y de las que podemos perder esas memorias, las entrevistamos y ellas pueden prestarnos, o donarnos sus fondos fotográficos para nosotros limpiarlos, digitalizarlos y subirlos a la página del archivo”.
Son estos últimos años, en que Marina confesó estar totalmente inmersa en la construcción de nuevas pedagogías dentro de la fotografía, y la reconstrucción de narrativas visuales invisibilizadas históricamente por la historia “oficial” del arte, algo en lo que seguirá trabajando pues “me parece que poniendo mi alma y mi corazón en el cruce de la fotografía, el arte y la pedagogía, se puede aportar a transformar nuestra actualidad y esa historia que nos ha hecho tan mal”.
El rol del gestor cultural entra como un acompañamiento a los y las artistas en la construcción de sus proyectos, la fotógrafa argentina estableció además que le parece indispensable que cualquier persona que trabaje en gestión cultural, sea artista, ya que “cuando uno es artista, entiende que las cosas no se pueden gestionar como te las enseñó una institución”, enfatizando en la necesidad de que los programas artísticos tengan siempre una vinculación con la comunidad y las necesidades básicas del territorio donde se está gestionando.
El 2016 Marina creó el método pedagógico que luego llamó “Esto No Es Fotografía”, un procedimiento que consta de tres partes que concluyen en el autorretrato como tal; primeramente, se parte con un proceso llamado “La extrañeza de lo cotidiano”, donde la mirada se vuelve ajena y se busca dar un nuevo sentido a las cosas retratadas. Luego, en la segunda parte del proceso, se trabaja sobre un lenguaje propio, se agrupan las imágenes y se comienza a trabajar sobre la prescripción de las fotografías, quitándole el sentido que tuvo cuando se realizó, llegando a la última parte del método, que tiene que ver con enfrentarse a la mirada propia y poder reconocer un lenguaje único.
Es en estas nuevas formas de enseñanza que la artista busca construir nuevas redes de aprendizaje, y no solo eso, contribuir a la reconstrucción de la memoria colectiva desde la imagen. Es aquí donde su trabajo la posiciona desde los pensamientos feministas y en específico su participación en el Archivo de la Memoria Trans de Argentina, espacio para la protección, construcción y reivindicación que nace como un proyecto de las activistas María Belén Correa y Claudia Pía Baudracco, un proyecto consolidado en Buenos Aires que a principios de este año comenzó a pensar en el trabajo conjunto con otras provincias del país.
“A mi me convocan como fotógrafa en Neuquén junto a Tatiana Villagra, referente trans en la ciudad, empezamos a armar un equipo de trabajo del archivo trans acá y nos planteamos el objetivo de conocer a las personas mayores de la provincia, que son las que corren más riesgo de vida, y de las que podemos perder esas memorias, las entrevistamos y ellas pueden prestarnos, o donarnos sus fondos fotográficos para nosotros limpiarlos, digitalizarlos y subirlos a la página del archivo”.
Son estos últimos años, en que Marina confesó estar totalmente inmersa en la construcción de nuevas pedagogías dentro de la fotografía, y la reconstrucción de narrativas visuales invisibilizadas históricamente por la historia “oficial” del arte, algo en lo que seguirá trabajando pues “me parece que poniendo mi alma y mi corazón en el cruce de la fotografía, el arte y la pedagogía, se puede aportar a transformar nuestra actualidad y esa historia que nos ha hecho tan mal”.