“La fotografía me hace sentir que existo”
Hans Castro
Entrevista
por Axel Indey - 2022
por Axel Indey - 2022
Hans Castro dice sentirse incómodo al hablar
acerca de su trabajo fotográfico. A sus 26 años, el artista oriundo de Los
Andes sigue interrogándose acerca del propósito de su propia obra, la cual
recientemente fue galardonada con el premio principal del Festival
Internacional de Fotografía de Valdivia.
A pesar del reconocimiento, la mirada de Castro sigue anclada a su entorno inmediato, a la historia familiar y los dramas que la cruzan hasta el día de hoy. El proyecto premiado en el certamen, titulado Dos amantes y un atardecer, aborda el apego emocional hacia lo que denomina su microfamilia, conformada únicamente por él y su madre. En sus imágenes emerge también la soledad del espacio íntimo y los recuerdos fragmentados de su infancia.
“Hay un apego emocional que me ha costado mucho dejar. No me hace daño, pero sí me hace estar anclado a la ciudad y a la familia. La fotografía me ha ayudado mucho a ver eso, también a buscar ciertos destellos de la niñez. A través de la fotografía trato de buscar un sentimiento que tuve cuando niño”, señala.
Castro señala que Dos amantes y un atardecer nace a raíz del despertar brutal que supuso la noticia de que su padrastro, que un par de meses antes se había separado definitivamente de su madre, había asesinado a su nueva pareja.
El crimen, sumado a la temprana ausencia de su padre, que falleció en un accidente minero cuando Hans era solo un niño, selló la trenza indisociable entre amor, dolor y violencia que hoy aborda a través de su trabajo fotográfico.
“Han pasado tantas cosas, tantas vidas, tantos lazos, que quiero acercarme lento, con acecho, como un tigre que va olfateando con cautela un rastro, cuidando el ritmo de acercarme a mi vida, no quiero que el caos arrase con todo”, escribe Castro en la presentación de su proyecto.
A pesar del reconocimiento, la mirada de Castro sigue anclada a su entorno inmediato, a la historia familiar y los dramas que la cruzan hasta el día de hoy. El proyecto premiado en el certamen, titulado Dos amantes y un atardecer, aborda el apego emocional hacia lo que denomina su microfamilia, conformada únicamente por él y su madre. En sus imágenes emerge también la soledad del espacio íntimo y los recuerdos fragmentados de su infancia.
“Hay un apego emocional que me ha costado mucho dejar. No me hace daño, pero sí me hace estar anclado a la ciudad y a la familia. La fotografía me ha ayudado mucho a ver eso, también a buscar ciertos destellos de la niñez. A través de la fotografía trato de buscar un sentimiento que tuve cuando niño”, señala.
Castro señala que Dos amantes y un atardecer nace a raíz del despertar brutal que supuso la noticia de que su padrastro, que un par de meses antes se había separado definitivamente de su madre, había asesinado a su nueva pareja.
El crimen, sumado a la temprana ausencia de su padre, que falleció en un accidente minero cuando Hans era solo un niño, selló la trenza indisociable entre amor, dolor y violencia que hoy aborda a través de su trabajo fotográfico.
“Han pasado tantas cosas, tantas vidas, tantos lazos, que quiero acercarme lento, con acecho, como un tigre que va olfateando con cautela un rastro, cuidando el ritmo de acercarme a mi vida, no quiero que el caos arrase con todo”, escribe Castro en la presentación de su proyecto.
Con el dinero de la indemnización que heredó
luego de la tragedia de su padre, Castro costeó su primera cámara y sus
estudios de fotografía. Sus primeros años en el instituto Arcos estuvieron
marcados por registros callejeros de carácter documental, pero con el tiempo
fue dando el paulatino giro hacia el interior. La intimidad, la memoria y la
biografía se conformaron como ejes centrales de su trabajo fotográfico.
La biografía de Castro, sin embargo, está cruzada por la ficción. En sus imágenes se mezclan sucesos reales con posibilidades infinitas de vivencias que nunca fueron, pero que adquieren vida propia en algún lugar recóndito de la mente del fotógrafo.
En conversación con Letargo Revista, Castro señala que para él la fotografía es una manera de alterar su propia historia, de crear narrativas posibles a través del color y la luz.
“Me gusta que mi fotografía sea sincera, pero también irreal. He intentado descontextualizar el cotidiano a una ficción que tiene lugar en mi mente”, señala el fotógrafo.
¿Cómo fue el proceso de elaboración de Dos amantes y un atardecer? ¿Existió la intención de crear una serie o es algo que va surgiendo en el camino?
Mi proceso de trabajo ha sido más como una edición. Hubo un momento en que traté de buscar imágenes, pero realmente no me llevaba a nada. Yo creo que la mayor producción de imágenes se dio cuando mi mamá y yo nos separamos de casa. Ese desapego emocional me ayudó, en este proyecto traté de usar ese sentimiento para ir sacando a flor lo que me fue pasando en esta soledad. Es un encuentro muy íntimo, y por lo mismo bastante solitario.
La biografía de Castro, sin embargo, está cruzada por la ficción. En sus imágenes se mezclan sucesos reales con posibilidades infinitas de vivencias que nunca fueron, pero que adquieren vida propia en algún lugar recóndito de la mente del fotógrafo.
En conversación con Letargo Revista, Castro señala que para él la fotografía es una manera de alterar su propia historia, de crear narrativas posibles a través del color y la luz.
“Me gusta que mi fotografía sea sincera, pero también irreal. He intentado descontextualizar el cotidiano a una ficción que tiene lugar en mi mente”, señala el fotógrafo.
¿Cómo fue el proceso de elaboración de Dos amantes y un atardecer? ¿Existió la intención de crear una serie o es algo que va surgiendo en el camino?
Mi proceso de trabajo ha sido más como una edición. Hubo un momento en que traté de buscar imágenes, pero realmente no me llevaba a nada. Yo creo que la mayor producción de imágenes se dio cuando mi mamá y yo nos separamos de casa. Ese desapego emocional me ayudó, en este proyecto traté de usar ese sentimiento para ir sacando a flor lo que me fue pasando en esta soledad. Es un encuentro muy íntimo, y por lo mismo bastante solitario.
¿Sientes
que la fotografía ha sido una forma de terapear estos temas que abordas en tu
obra?
Yo no estoy buscando sanar a través de la fotografía. No me siento herido. Pero la fotografía sí me ha hecho aceptarme a mí mismo y aceptar que así soy yo, porque antes me cuestionaba mucho mi vida, tenía mucho miedo de pasar llevar a la gente. Este proceso me ha hecho sentir bien, encuentro que estoy teniendo un resultado a través de rescatar mi memoria y mis sentimientos. Me ha hecho aceptarme. Y creo que sí eso puede ser una terapia.
Cuando vuelves a revisar proyectos como Dos amantes y un atardecer, ¿te sientes en paz o lo sientes como una manera de volver a meter el dedo en la llaga?
De alguna forma es como volver a meter el dedo en la herida, no siento una paz cuando vuelvo a ver mi trabajo. Pero encuentro que eso es clave, me gusta eso de la fotografía. No me gusta cuando algo pasa y ahí quedó. Me gusta cuando vuelves a ver algo una y otra vez y te sigue generando esa incomodidad. Creo que una imagen tiene que ser sentimental. Cuando vuelvo a ver mi trabajo me siento incómodo, me hace sentir un poco extraño también el hecho de abrirme tanto emocionalmente. La fotografía me hace sentir que existo.
Yo no estoy buscando sanar a través de la fotografía. No me siento herido. Pero la fotografía sí me ha hecho aceptarme a mí mismo y aceptar que así soy yo, porque antes me cuestionaba mucho mi vida, tenía mucho miedo de pasar llevar a la gente. Este proceso me ha hecho sentir bien, encuentro que estoy teniendo un resultado a través de rescatar mi memoria y mis sentimientos. Me ha hecho aceptarme. Y creo que sí eso puede ser una terapia.
Cuando vuelves a revisar proyectos como Dos amantes y un atardecer, ¿te sientes en paz o lo sientes como una manera de volver a meter el dedo en la llaga?
De alguna forma es como volver a meter el dedo en la herida, no siento una paz cuando vuelvo a ver mi trabajo. Pero encuentro que eso es clave, me gusta eso de la fotografía. No me gusta cuando algo pasa y ahí quedó. Me gusta cuando vuelves a ver algo una y otra vez y te sigue generando esa incomodidad. Creo que una imagen tiene que ser sentimental. Cuando vuelvo a ver mi trabajo me siento incómodo, me hace sentir un poco extraño también el hecho de abrirme tanto emocionalmente. La fotografía me hace sentir que existo.