Gastón Bailo: “Creo que el arte no necesita dar una respuesta a las cosas”

Entrevista por
Juana Balcazar - 2024
¿Dónde encuentra un fotógrafo su memoria? ¿Cómo reconstruye un artista su mirada para mirar al resto? Dialogar con las fotografías es también hablar con las historias que buscamos consciente o inconscientemente. En el caso de Gastón, son las metáforas las que le ayudan a encontrar preguntas, a investigar respuestas, y a creer en las imágenes como potenciales espacios de libertad y conocimiento colectivo. Y es esta, una conversación que remueve sus diferentes vivencias, y que no tiene líneas temporales, sino visiones del desarraigo en diferentes territorios que constituyen hoy su vida.

Nacido en Córdoba, Argentina, en 1987. A los ocho años su familia se mueve a Catamarca, en el noroeste argentino. Cerca de la cordillera compartió los primeros intereses por la fotografía. Su tío abuelo y su hijo, eran los típicos fotógrafos de cumpleaños y bodas en un pueblo, ahí, tiene un primer acercamiento. Algo que poco después se potenciaría gracias a su abuela, quien le compraba camaritas descartables o cargaba su cámara compacta, y con ellas tomaba fotos desde su mirada de niño. 

“Ese recuerdo se me había ido, tuve un acercamiento de niño jugando. Pero con ese proyecto volvió”. Bailo habla de su proyecto llamado “Rufino”, un trabajo autoral que catalogó como “terapéutico”, pues fue realizado en un momento de crisis el 2017:

“Mi mamá estaba muy mal de salud, y yo venía pensando en que era un fotógrafo que no tenía archivo. Era un fotógrafo sin recuerdos, y me puse a buscar casi como detective imágenes familiares”.

Su intento fue al principio infructífero, ya que a finales de los noventa su familia perdió todo en un aluvión.  Y con él, se perdieron también los álbumes de fotos. Pero como una especie de señal, y recordando lo que le dijo alguna vez su abuelo Rufino: “El tesoro más grande que tiene una persona son sus libros”. Gastón revisó los libros de su abuelo y encontró en ellos algunas fotografías, que sumado a otras que fue realizando ya adulto, y archivos como cartas y escritos, formaron una reconstrucción atemporal de su propia memoria.


Fotografía del desarraigo

Radicado actualmente en México, uno de los intereses del fotógrafo argentino, es la imagen como testimonio y vínculo con el territorio y la naturaleza. Siempre desde una búsqueda en las preguntas, más que en la generación de respuestas:

“Creo que el arte no necesita dar una respuesta a las cosas, sino más bien, inventar nuevas preguntas, inventar imágenes que nos logren interpelar acerca de un tema. Que nos pregunten sobre nuestra relación con la naturaleza”, comentó.

Otro punto importante que remarcó, es el de la fotografía como un juego de exploración, donde se puede llegar a producir imágenes a través del cruce de otros lenguajes. Una línea que marca su quehacer y refleja una búsqueda individual más allá de una práctica artística.

Hablas de que la representación de lo real se construye a partir de símbolos sensibles del espacio social y sus actores ¿Qué actores y símbolos ves en común en los diferentes territorios que has visitado?

“Me gusta el movimiento y he trabajado en distintos lugares con diferentes comunidades, pero siempre hay algunos temas que me atraviesan. Estos son la identidad, muy presente con el desarraigo y los duelos. También el encuentro y el desencuentro de uno, pero visto a través de los otros”.

Un ejemplo de esta visión, es su trabajo titulado “Lugar al otro lado”, donde propone una relación telúrica, utilizando la metáfora entre la actividad volcánica, los movimientos, y las nuevas posibilidades de vida. “Si la tierra se mueve y todo se está moviendo, cómo no nos vamos a mover nosotros los humanos. Ese hecho lo transforma todo, la cultura, y nosotros mismos”.

Estos movimientos también generan tensiones, y territorios en disputa. Problemáticas que aborda en trabajos documentales como “5 millas”, donde retrata la pesca artesanal de Valparaíso, y establece reflexiones sobre el mar como frontera, donde los pescadores solo tienen 5 millas para desarrollar sus actividades, y se ven constantemente amenazados por los grandes buques. 



El agua como elemento es una constante en el trabajo de Bailo, y la naturaleza, un espacio donde puede plantear sus inquietudes tanto como artista, pero también como ser humano. “Me gusta la conexión de las personas con los territorios que habitan. E igualmente la naturaleza. En casi todos mis proyectos aparece el agua, los volcanes en realidad son cuerpos de agua, en Rufino, el trabajo de mi familia, está atravesado por una inundación. Este elemento siempre está presente”.

¿De qué forma crees que las imágenes son potenciales espacios de libertad y conocimiento colectivo? 

“Creo que todo el tiempo nuestro trabajo y mirada crece gracias a la cooperación, la ayuda y el colectivismo. La libertad no ocurre en la imagen en sí misma, sino en la producción y en la circulación de esas imágenes. Porque eso también es sumamente importante, dónde elegimos y dónde queremos que circulen esas imágenes, para quién. Eso es una decisión estética y política”.

Gastón Bailo encuentra en lo colectivo el espacio donde las fotografías toman su sentido. Es aquí donde radica su búsqueda. En su memoria personal fragmentada, el artista va hilando sus vivencias para colectivizar su vida. Encuentra en las imágenes pedazos de preguntas que tal como un rompecabezas, constituyen la respuesta a su quehacer fotográfico. Y que lo tienen hoy, habitando la península de Yucatán, en un espacio donde agradece estar rodeado de naturaleza, pero en el cuál también existen muchos conflictos que busca retratar:

“Estuve documentando el Tren Maya, la intervención en el ecosistema que ha suscitado este proyecto, y generando dípticos en relación a la península, ya que pienso, no sé si de forma apocalíptica, que todo este rizoma compuesto por manglares, cuevas, selvas y corales, en algún momento se va a apagar.