Gabriela González:
Territorio y cuerpo, la búsqueda de un hallazgo inesperado
por Juan Alfaro - 2021
Con 24 años, la fotógrafa viñamarina Gabriela González considera a la cámara como una herramienta que, a lo largo de su vida, pudo sacarla de la zona de confort y aventurarla a una serie de cuestionamientos, estableciendo que “soy partidaria de la profunda responsabilidad social de la imagen, que desde la capacidad de exponer la realidad puede hacer visible lo invisibilizado”. Perspectiva que compartió con Letargo revista en una conversación que profundizó en su reflexión sobre el arte y su más reciente trabajo titulado “Habitar Horizontes”.
La fotografía llegó a la artista como un hallazgo que se incorporó a su vida completamente comenzada la universidad: “No la esperaba, pero supo aparecer cuando era niña y durante la adolescencia, en cierto modo transformándose en una prolongación de mí misma”.
Esta extensión sirvió como una forma de expresión a su personalidad introvertida, que en su adolescencia obstaculizó su relación con los demás, pero “al igual cómo ocurre con otras expresiones artísticas, la fotografía fue la manera en que pude manifestar lo que sentía”.
Es mediante la cámara entonces, donde logró observar su territorio, su cuerpo y lo que determinó la construcción de su mirada como artista. “La fotografía fue una herramienta que me abrió los ojos, me llevó a cuestionamientos y reflexiones que calaron hondo en mí”.
¿De qué forma crees que la fotografía influye en la percepción de los cuerpos?
“Creo que a lo largo del tiempo ha demostrado su enorme poder al construir un imaginario colectivo en torno al cuerpo, y sobre todo al femenino. Ha sido capaz de instalar con éxito un estándar estético que de inmediato nos enjuicia y nos ubica dentro de aquello que es considerado válido y lo que, por el contrario, no es aceptable y debemos ocultar o sentirnos avergonzadas”.
¿Qué características crees que entrega la fotografía contemporánea para resituar la percepción del cuerpo?
“Creo que está cargada de un contenido social y se embarca hacia reinterpretaciones donde lo que se supo establecido, ahora es siempre cuestionable. Creo que la fotografía hoy, es un espacio de visibilidad y resistencia frente a los estándares estéticos del imaginario colectivo, que busca la posibilidad del cambio”.
La fotografía llegó a la artista como un hallazgo que se incorporó a su vida completamente comenzada la universidad: “No la esperaba, pero supo aparecer cuando era niña y durante la adolescencia, en cierto modo transformándose en una prolongación de mí misma”.
Esta extensión sirvió como una forma de expresión a su personalidad introvertida, que en su adolescencia obstaculizó su relación con los demás, pero “al igual cómo ocurre con otras expresiones artísticas, la fotografía fue la manera en que pude manifestar lo que sentía”.
Es mediante la cámara entonces, donde logró observar su territorio, su cuerpo y lo que determinó la construcción de su mirada como artista. “La fotografía fue una herramienta que me abrió los ojos, me llevó a cuestionamientos y reflexiones que calaron hondo en mí”.
¿De qué forma crees que la fotografía influye en la percepción de los cuerpos?
“Creo que a lo largo del tiempo ha demostrado su enorme poder al construir un imaginario colectivo en torno al cuerpo, y sobre todo al femenino. Ha sido capaz de instalar con éxito un estándar estético que de inmediato nos enjuicia y nos ubica dentro de aquello que es considerado válido y lo que, por el contrario, no es aceptable y debemos ocultar o sentirnos avergonzadas”.
¿Qué características crees que entrega la fotografía contemporánea para resituar la percepción del cuerpo?
“Creo que está cargada de un contenido social y se embarca hacia reinterpretaciones donde lo que se supo establecido, ahora es siempre cuestionable. Creo que la fotografía hoy, es un espacio de visibilidad y resistencia frente a los estándares estéticos del imaginario colectivo, que busca la posibilidad del cambio”.
Habitar Horizontes
Comenzar desde la intuición la llevó a aventurarse en distintos proyectos fotográficos, probando suerte en convocatorias y concursos. Es así como entre el caos de la pandemia, se propuso retratar su espacio más íntimo, dando vida a “Habitar Horizontes”, un trabajo que expuso por primera vez en un taller de La escuela de fotografía Cámara Lúcida, y que posteriormente fue elegido para ser parte de la Revista Pulpa III.
¿Cómo fue el proceso de construcción de este trabajo?
“Habitar horizontes nace de una observación territorial, una reflexión de cómo el mar construye el horizonte, de esa línea que recibe su nombre, que es reconocible por todos y que también construye una referencia fiable pero que nunca podremos alcanzarla al tacto y que se relaciona con nuestro cuerpo”.
Jugando con este límite que representa la simetría impuesta en los estándares de belleza, González cuestiona los modelos poco representativos, que levantan la noción de “cómo debe verse el cuerpo de la mujer, qué productos debe usar y consumir”, pues “de forma silenciosa se construyó un patrón de belleza muy marcado, y escasamente cuestionado, y que además estaba notoriamente atravesado por categorías raciales y de clase”.
Así, se construyen los horizontes que coronan el territorio de una línea geográfica inalcanzable, y una referencia muchas veces indiscutible. Una serie de fotografías que busca a partir de esta analogía, recoger desde la subjetividad el territorio corporal y sus conflictos. Hallazgos inesperados que le entregó la fotografía a Gabriela, y que la tienen en la búsqueda constante de cuestionar estos parámetros, que confesó, le gustaría seguir profundizando, pues “en cada encuentro con un cuerpo aparece la singularidad de la persona, y me gusta recoger eso, lo esencial en cada retratado”.
Comenzar desde la intuición la llevó a aventurarse en distintos proyectos fotográficos, probando suerte en convocatorias y concursos. Es así como entre el caos de la pandemia, se propuso retratar su espacio más íntimo, dando vida a “Habitar Horizontes”, un trabajo que expuso por primera vez en un taller de La escuela de fotografía Cámara Lúcida, y que posteriormente fue elegido para ser parte de la Revista Pulpa III.
¿Cómo fue el proceso de construcción de este trabajo?
“Habitar horizontes nace de una observación territorial, una reflexión de cómo el mar construye el horizonte, de esa línea que recibe su nombre, que es reconocible por todos y que también construye una referencia fiable pero que nunca podremos alcanzarla al tacto y que se relaciona con nuestro cuerpo”.
Jugando con este límite que representa la simetría impuesta en los estándares de belleza, González cuestiona los modelos poco representativos, que levantan la noción de “cómo debe verse el cuerpo de la mujer, qué productos debe usar y consumir”, pues “de forma silenciosa se construyó un patrón de belleza muy marcado, y escasamente cuestionado, y que además estaba notoriamente atravesado por categorías raciales y de clase”.
Así, se construyen los horizontes que coronan el territorio de una línea geográfica inalcanzable, y una referencia muchas veces indiscutible. Una serie de fotografías que busca a partir de esta analogía, recoger desde la subjetividad el territorio corporal y sus conflictos. Hallazgos inesperados que le entregó la fotografía a Gabriela, y que la tienen en la búsqueda constante de cuestionar estos parámetros, que confesó, le gustaría seguir profundizando, pues “en cada encuentro con un cuerpo aparece la singularidad de la persona, y me gusta recoger eso, lo esencial en cada retratado”.