La necesidad de tener cámaras bajo los ojos

Florencia Lucente


Entrevista 
por Axel Indey - 2022
Florencia Lucente aún conserva las primeras fotos que sacó durante unas vacaciones de verano con su familia cuando tenía trece años. Son registros de sombreros de paja, grietas en el piso o texturas de las paredes de un camping, encuadres azarosos que sus padres tomaron por accidentales, pero que Florencia recuerda como una manera de ir guardando cosas, de metérselas en el bolsillo para evitar perderlas.

“Mi familia miraba las fotos y pensaba que la persona que las había sacado lo había hecho sin querer, porque no había nada en ellas. Y para mí había un montón de cosas allí dentro, un montón de detalles que eran re importantes”, dice la fotógrafa argentina en conversación con Letargo Revista.

Lucente tenía 18 años cuando decidió tomar un curso de fotografía análoga con la artista Violeta Capasso. Allí debió aprender a golpes y errores, a través de una cámara de fotómetro roto que la obligaba a medir la luz con la mera destreza de sus ojos.

La obsesión por los detalles fue el producto de su personalidad introvertida, reconoce Lucente. Nació de la incapacidad de volcarse directamente hacia un rostro ajeno con la hostilidad que puede representar una cámara (“es como si te chupara el alma”, asegura entre risas). Sin embargo, este rasgo de timidez hoy se ha convertido en una manera de tender puentes hacia la intimidad del otro. Los detalles ya no surgen en la huida de la mirada; se han convertido en símbolos que arrojan luz sobre los sujetos retratados en sus fotografías.


La fotografía de Florencia Lucente nace de la timidez, de ojos que se posan en detalles mínimos para huir de las miradas fijas. En sus primeras imágenes abunda la naturaleza muerta y objetos derruidos por el paso del tiempo; hoy declara que a través de esa primera incursión en el análogo buscaba trazar un paralelo entre una técnica que se encontraba en retirada y una época que había dejado de existir.

Antes de volcarse hacia los retratos, los ojos de Florencia Lucente se detuvieron en los cuerpos de aquellos que la rodeaban. Manos enfrascadas en tareas cotidianas o extendiéndose hacia otros en busca de afecto o complicidad pueblan muchas de sus fotografías posteriores.

“Empecé fotografiando a mis amigos porque eran las personas más cercanas y con las que más cómoda me sentía. Después me fui dando cuenta de que no importa cuánta cercanía tienes con alguien hay algunas personas a las que no les gusta ser fotografiadas, y si ven la cámara cambian de posición y se ponen súper tensos. Pero las manos siempre fueron un lugar accesible. Las personas no se dan cuenta de la cantidad de gestos que hacen con las manos, lo expresivas que son. Entonces empecé por eso, porque sentía que era la parte más accesible de las personas. Hoy ya me estoy moviendo hacia otras cosas, hacia el poder acercarme a una persona a la que quiero sacarle una foto y sacársela”.



“Uno cuenta mucho sin saber. A veces es una actividad muy inconsciente pero muy necesaria. Como una pulsión. A veces está pasando algo que es medio insignificante para los demás, pero a mí me dan muchas ganas de ir a buscar la cámara. Es como una necesidad de tener cámaras en los ojos para no perderme de nada y que los demás puedan verlo tal cual lo estás viendo vos”, sostiene la fotógrafa.

“Me considero una persona muy perceptiva. No puedo evitar prestar atención a todo lo que está sucediendo alrededor. Mi trabajo nace de una incapacidad de soltar las cosas y dejarlas ir”.

Hoy Florencia Lucente cursa la carrera de cine. Es en esta disciplina donde busca las herramientas que puedan ayudarla en su nuevos desafíos fotográficos: la construcción de narrativas mediante la serialización y la creación de atmósferas a través de la iluminación.

“Del cine saco herramientas narrativas que le aportan mucho a la foto. El cine construye toda una narrativa en cuanto a guión y montaje, tiene un arco que necesita desarrollarse en el tiempo, tiene pausas, sobresaltos… Todo eso me motiva mucho a la hora de crear imágenes, porque siento que ya no pienso tanto la foto como algo en sí mismo, sino en cómo funciona en un conjunto, en una obra completa”.