Fernanda Larraín: la necesidad de la reinvención, el
aprendizaje constante y la naturaleza
por Katalina Cortés - 2021
-Prefiero estar yo sola en contacto con la naturaleza y disfrutar esa soledad y no tener que mirar a nadie ni tener que pedirle explicaciones nadie.
Desde “su pequeño mundo”, como denomina al taller en el que ejerce su oficio, Fernanda Larraín cuenta cómo se inspira para desarrollar un trabajo artístico, tan poco visto en el mundo postmoderno. Más allá de lo técnico, lo que llama la atención de sus fotografías son el tinte y la personalidad que demuestran “¿Qué busco yo en un fotógrafo de autor? (…) Que tus fotos solo las pudieras haber hecho tú, que yo vea una foto y te pueda leer como fotógrafo y pueda saber quién eres como fotógrafo”.
Fernanda comenzó su viaje por la fotografía en el año 1998, en paralelo con sus estudios universitarios, los cuales abandonó para dedicarse a su verdadera pasión: las fotos. Por esto mismo, se inscribió en talleres para especializarse“tomé el taller sin saber nada y ahí empecé de a poquito, de a poquito y la primera clase ya estaba fascinada y decía -esto es lo que quiero hacer, esto es lo que me gusta-”, declara. Hasta el día de hoy la fotografía es parte de todas las aristas de la vida de la artista; estudiarla, enseñarla y practicarla es algo constante en el quehacer de Fernanda Larraín.
Sin embargo, este no ha sido un camino sencillo para la fotógrafa, ya que durante años dejó de lado el oficio, debido a que le significaba un conflicto ético hacer fotos en película. Luego del nacimiento de su primera hija tuvo una crisis existencial y se convirtió en vegana, por esto mismo, las películas al ser de origen animal, no se condecían con sus valores. No obstante, en el año 2010 pudo acceder a unos talleres de colodión húmedo, una técnica de 1850 que no usa gelatina, “la verdad, te juro que cayó del cielo, porque yo estaba súper perdida sin saber que hacer, sin saber cómo iba a fotografiar, cómo iba a seguir mi trabajo”.
El renacer fotográfico
En el año 2015 lanzó su primer proyecto luego de volver a fotografiar: Jardín Negro, el cual es considerado como uno de los más importantes e influyentes en ella. Esta serie es descrita como un proceso de madurez, que, de acuerdo con Fernanda, no se encontraban en sus trabajos anteriores y resume todos sus años de conocimiento. Igualmente, indica que este abarca todo lo que le gusta y lo que lleva haciendo durante años, ya que se metió de lleno en la naturaleza “convivir con eso y mi soledad en ese entorno que para mí fue muy importante”.
En general, su trabajo siempre ha sido ella acercándose al mundo exterior, por lo que “En la palma de mi mano”, su último proyecto, es percibido como un pequeño mundo creado por ella en su taller, el universo en este espacio reducido. Desde el inicio de la pandemia sentía la necesidad de sacar fotos y comenzar una nueva serie fotográfica, no obstante, se veía limitada. “Entonces dije -bueno, voy a traer la naturaleza a mi taller- y armé un pequeño set, un banco con una luz y fui tomando cosas que iba encontrando en la calle, mientras salía a hacer ejercicio, sacaba una ramita o iba caminando y veía algo que me llamaba la atención y lo recogía”. De esta manera fue dándole forma a su renacer, ya que señala que esta es una instancia para aprovechar la reflexión del trabajo propio.
Aprendizaje constante
Existen periodos donde Fernanda no desarrolla proyectos fotográficos físicamente, sino que los imagina por un tiempo “estoy todo el tiempo pensando, pensando. Miro mucha fotografía, recorro los autores, me leo muchas biografías, estudio sobre el lenguaje fotográfico”. Así es como describe a la fotografía como un estudio constante que va enriqueciendo lo que tiene dentro sí misma, luego la necesidad de sacar fotos nace de manera impulsiva, donde se instala a llevar a cabo su trabajo, en un momento donde siente claridad de lo que quiere hacer y cómo hacerlo, aunque a veces se demore en llegar al resultado.
Antes de “En la palma de mi mano” la fotógrafa estuvo dos años sin desarrollar un cuerpo de trabajo “no es que estuviera haciendo nada, en mi cabeza estaban pasando muchas cosas y yo estaba estudiando mucho, pero fueron dos años que no produje, era simplemente un proceso interno”, indica. Entregarse tiempo a sí misma para crear, rever otros proyectos anteriores, estudiar diversos fotógrafos, le entregan herramientas para llevar todo a un mundo más externo. Ya que menciona que en el momento en el que comienza a trabajar no se detiene “saco hartas fotos, me equivoco mucho también, pruebo distintas cosas. (…) Hasta que no sienta que tengo ese trabajo agotado sigo, sigo, sigo hasta que va a llegar un momento, inevitablemente, como me pasa siempre, que digo -ya, yo creo que es suficiente, ya no tengo qué más entregar, no tengo qué más dar-”.
La naturaleza puede ser vista como un espacio externo, pero para Fernanda es donde se refleja su personalidad, el colodión húmedo es solo un medio que le permite mostrar un poco más allá, quien es ella como autora. “(…) Lo principal es que estoy hablando de mí misma, es mi mundo que no sé si a los demás les interesa, pero tampoco lo hago para que a los demás les guste, yo mi trabajo no lo hago para gustar, sino que lo hago para mí, porque es una necesidad que tengo para expresarme”. Por esta razón es que se señala la importancia de darle una vuelta a lo técnico y entregarle un toque personal, que se vea un autorretrato de la persona que saca la foto.