Felipe Ugalde

El espacio entre la arquitectura y la fotografía

por Axel Indey - 2021
Felipe Ugalde tenía 13 años cuando su padre le confió la cámara familiar para que capturara los cumpleaños de su hermano menor. Era un artilugio sencillo, una Pentax de rollo en la que cada foto contaba, pero le permitió descubrir un elemento que más tarde sería esencial para su vida y para su obra fotográfica: el espacio. Felipe es arquitecto de profesión, pero hoy reconoce que su interés nunca ha estado en el aspecto técnico de la profesión, sino en la docencia y la teoría.

La carrera de arquitectura le entregó las herramientas que más tarde probaron ser útiles también en la fotografía. Las horas pasadas en el centro bosquejando lugares y edificios entrenaron su ojo para capturar los detalles y matices que generalmente pasan desapercibidos a la vista de los transeúntes. “Ese dibujar y estar atento a las cosas más comunes de la ciudad me motivó también a fotografiarla”, asegura el artista en conversación con Letargo.

Ugalde afirma que fue en la universidad donde descubrió por primera vez la relación virtuosa que existe entre la arquitectura y la fotografía: “Mi relación con la fotografía se dio a través de las revistas de arquitectura. Yo veía las fotos de destacados fotógrafos y me preguntaba qué cámaras y lentes usaban, cómo lograban capturar la amplitud de espacio. Siempre me interesaron las fotografías en las revistas de arquitectura, me intrigaba cómo los fotógrafos eran capaces de capturar las distintas atmósferas y espacios de un proyecto, y como la luz era determinante a la hora de entender y registrar una obra”.

De todas maneras, Ugalde no se sumergió por completo en la fotografía hasta muchos años después, cuando decidió abandonar sus estudios de doctorado en Barcelona y se inscribió en el Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña. A través de la obra de Thomas Ruff, Hilla y Bernd Becher y todo el movimiento de la Escuela de Dusseldorf descubrió el componente interpretativo que existía detrás de toda obra de arquitectura y las posibilidades representativas que permitía la fotografía arquitectónica.

“A través de la fotografía de arquitectura fui comprendiendo mejor la espacialidad y cómo representarla en imágenes. Adquirí un lenguaje formal y estético de representación que, con el tiempo, fui aplicando a mis proyectos personales, los cuales reflexionaban sobre los vestigios y residuos de la ciudad moderna, encuentros fortuitos que se me presentaban deambulando con mi cámara por las calles. Hallazgos que de alguna manera develan la complejidad y las múltiples lecturas de una ciudad y cómo la habitamos”.

Felipe Ugalde volvió a Chile para trabajar en distintas oficinas de arquitectura, pero en el 2019 lo abandonó todo para dedicarse de lleno a la fotografía, un proceso que no duda en calificar como lento y lleno de preguntas, con muchas inquietudes y reflexiones sobre su propia obra.

“Mucho tiempo estuve buscando mi propio lenguaje fotográfico, siempre tuve facilidad para componer, de hacer fotos “bonitas”, pero me di cuenta que eran carentes de significado. Quería descifrar eso que está oculto en la ciudad, cosas y situaciones que están presente diariamente en nuestra vida cotidiana pero que no somos capaces de observar y comprender muchas veces por nuestra vertiginosa vida urbana”.
La oportunidad se le presentó el 18 de octubre de 2019. La revuelta que sacudió al país lo empujó hacia la calle junto a cientos de otros fotógrafos que veían las estructuras sociales colapsar a través del lente de sus cámaras. Pero mientras los otros fotógrafos retrataban los enfrentamientos callejeros y las marchas multitudinarias que ocurrían en la ciudad, Ugalde se volteó para capturar aquello que quedaba detrás: las paredes, los edificios, los restos de una modernidad a medias que ahora se hacía trizas contra el suelo.

“Empezamos a registrar con algunos amigos fotógrafos el estallido social, pero sin personas. Queríamos fotografiar lo que quedaba después de las marchas y manifestaciones: la ciudad empezaba a transformarse, a reaccionar, se blindaba por el miedo de sus habitantes.”

Las paredes blindadas de la capital no permanecieron así de inmaculadas durante mucho tiempo. Pronto los manifestantes comenzaron a rayar encima de ellas las mismas consignas que se escuchaban en la calle. A esa segunda capa se le sumó una tercera un par de meses después, cuando el gobierno decidió pintar las paredes de la ciudad para eliminar los grafitis, y luego vino una cuarta y una quinta. Todo este proceso fue retratado en Palimpsesto, la última obra de Felipe Ugalde que pronto se exhibirá en una muestra virtual.

“En la edad media la reutilización de los pergaminos era algo habitual, eran costosos y difíciles de hacer, se trataba de borrar los textos escritos anteriormente lo más que se podía, pero no desaparecían del todo, de alguna manera siempre se hacía visible lo anterior, y algo similar pasaba en los muros de la ciudad a partir del estallido social: blindaje, rayados, papeles, textos, y capas de pintura trataban de borrar los mensajes de un pueblo empoderado”

Hoy Felipe Ugalde dice encontrarse en un buen momento, con un fondo de cultura adjudicado y la muestra de Palimpsesto pronta a exhibirse. Sobre la dirección que tomará su carrera artística no está seguro aún, pero quizás se asemeje a sus paseos por la ciudad, donde deja que sus pies y ojos guíen su recorrido. En ese sentido asegura seguir los pasos del flâneurde Baudelaire, que salía sin saber a dónde iba y en su camino revelaba las grietas y contradicciones de la ciudad moderna. Sobre su obra fotográfica, Ugalde se encuentra abierto al devenir:

“La formación del fotógrafo toma mucho tiempo, se alimenta de la cultura y la experiencia que te toca vivir, los fotógrafos de alguna manera documentamos e interpretamos un presente en constante cambio y que muchas veces tiende a desaparecer.”