Evolución en terciopelo

por Joaquín Rodríguez - 2021
El trabajo de la fotógrafa chilena Carolina Agüero tiene siempre un claro compromiso reivindicativo con el tema que aborda, primeramente desde el retrato documental, pasando por el archivo y la memoria, instalando en sus últimos trabajos modos más performáticos y simbólicos, como el trabajar con fotografía y bordado.

En su primera publicación como libro, Carolina tomó parte del material que ha presentado anteriormente como series fotográficas junto con fotografías de trabajos inéditos y decidió lanzar esta edición compuesta de 3 libros individuales pero que actúan en conjunto, para retratar lo que denominó “Identidad Local de Valparaíso”. La publicación viene a formar una especie de resumen de lo que podría ser la principal temática que ha abordado desde sus inicios en la fotografía: el trabajo con las diversidades, las reivindicaciones de género y la violencia contra las mujeres y minorías sexuales, siempre desde el trabajo con la comunidad local.

Elegimos “Evolución en Terciopelo”, uno de los 3 libros que componen la serie, para presentar en LETARGO. Es el único cuyas fotografías no han sido presentadas anteriormente como parte de alguna exposición o serie. Un material que, a pesar de ser inédito no es reciente del todo, sino que es una recopilación de imágenes tomadas durante los últimos 12 años.
Este libro representa de alguna manera la génesis del trabajo de Carolina, por lo menos en lo formal. Se trata de una serie de retratos que abordan de manera íntima y documental el rito de la transformación y el performático desplante de un grupo de transformistas oriundos de la porteña ciudad de Valparaíso. Las imágenes actúan con cotidiana naturalidad, exhibiendo de un modo descriptivo pero cercano aquellas transgresoras formas de expresión que son parte de su cotidiano.

La cercanía entre fotógrafa y fotografiade se hace evidentemente pequeña en los planos cerrados, los compactos espacios en donde transcurren los actos y la despojada actitud de los personajes. De esta manera se distancia de los clásicos trabajos que inspiran el imaginario temático, al menos localmente, como podría ser el de Paz Errázuriz, que con una estética pulcramente clásica logra visibilizar temáticas prohibidas en tiempos en que la censura era política de estado.

El trabajo de Carolina, entonces, viene a aportar desde otro paso, quizás con más cercanía a lo que hiciera en los ochenta Nan Goldin en su célebre Balada de la Dependencia Sexual, ya no mostrando a un sujeto de estudio como parte de un lejano y desconocido mundo, sino como una compañera, alguien que invita no solo a mirar sino a compartir.