De tus dedos crecen árboles
Erika Bernhardt
Entrevista
por Axel Indey - 2022
por Axel Indey - 2022
Cuando era una
niña, Erika Bernhardt nunca necesitó moverse de su hogar en Montevideo para
viajar por el mundo. Para eso le bastaban las sesiones de diapositivas que su
padre materializaba de forma periódica en la pared de la sala, innumerables
recuerdos de sus viajes de juventud por tierras latinoamericanas. Allí, perdida
en paisajes congelados en el tiempo, Erika encontró la relación entre
naturaleza y atemporalidad que habría de acompañarla a lo largo de todo su
trabajo fotográfico.
En la obra de Erika Bernhardt abundan las formas naturales: éstas se despliegan ante el espectador con una calma sobrecogedora y nos envuelven en su aura de misterio y extrañeza. La estética melancólica de las imágenes confunde: los árboles, océanos y montañas que recorren su fotografía parecen sugerir presencias humanas a través de una soledad radical, inexpugnable.
“La fotografía me interesa como lenguaje reflexivo, me interesa elevar preguntas y no enunciar algo dado. La naturaleza te permite eso, hablar de temas más abiertos”, dice la fotógrafa en conversación con Letargo Revista.
En la obra de Erika Bernhardt abundan las formas naturales: éstas se despliegan ante el espectador con una calma sobrecogedora y nos envuelven en su aura de misterio y extrañeza. La estética melancólica de las imágenes confunde: los árboles, océanos y montañas que recorren su fotografía parecen sugerir presencias humanas a través de una soledad radical, inexpugnable.
“La fotografía me interesa como lenguaje reflexivo, me interesa elevar preguntas y no enunciar algo dado. La naturaleza te permite eso, hablar de temas más abiertos”, dice la fotógrafa en conversación con Letargo Revista.
Bernhardt asegura
que su fotografía rehúye de los hechos concretos, evita pronunciarse respecto a
la materialidad de las cosas. Por el contrario, se despliega como un hálito
alrededor del espectador y lo sumerge en dudas y ensoñaciones. Sus imágenes no
entregan señales del tiempo ni del espacio en que se desarrollan. Ocurren, como
dice Bernhardt, “en un no lugar”.
“La huella del hombre está presente, pero en un contexto que intenta ser atemporal, que no intenta enunciar un concepto ni una época. Mi inquietud tiene más que ver con lo atemporal que con lo puntual”, señala.
Quizás por esto, la obra de la fotógrafa uruguaya termina por ofrecer una experiencia ambigua: la tranquilidad que ofrece con una mano es arrebatada suavemente por la otra. Sobre la invitación a detenerse y contemplar el entorno se yergue una naturaleza sobrecogedora, que amenaza con engullirlo todo y volver a su estado prehistórico.
“La huella del hombre está presente, pero en un contexto que intenta ser atemporal, que no intenta enunciar un concepto ni una época. Mi inquietud tiene más que ver con lo atemporal que con lo puntual”, señala.
Quizás por esto, la obra de la fotógrafa uruguaya termina por ofrecer una experiencia ambigua: la tranquilidad que ofrece con una mano es arrebatada suavemente por la otra. Sobre la invitación a detenerse y contemplar el entorno se yergue una naturaleza sobrecogedora, que amenaza con engullirlo todo y volver a su estado prehistórico.
Bernhardt señala
que su fotografía refleja un diálogo entre lo humano y lo natural, pero esta
relación no es simétrica: la naturaleza retratada tiene por objetivo evidenciar
la insignificancia del humano que la habita. Incluso la muerte, el tema central
de su último trabajo, se revela como una contingencia efímera frente a la
atemporalidad de las flores.
“Es una forma liviana de ver el fin de la vida, de no darle tanta importancia a la vida de un humano. Quiero poner la mirada en cómo la naturaleza actúa alrededor de eso. No importa quiénes somos, no importa lo que fue esa vida”, declara.
Se ha dicho que la obra de Erika Bernhardt aborda conceptos como la vida, la muerte y la belleza. La naturaleza, protagonista eterna de su obra, no es más que el lienzo sobre el cual se desenvuelven estos cuestionamientos, son el reflejo distorsionado del humano siendo consumido por su entorno natural.
“Es una forma liviana de ver el fin de la vida, de no darle tanta importancia a la vida de un humano. Quiero poner la mirada en cómo la naturaleza actúa alrededor de eso. No importa quiénes somos, no importa lo que fue esa vida”, declara.
Se ha dicho que la obra de Erika Bernhardt aborda conceptos como la vida, la muerte y la belleza. La naturaleza, protagonista eterna de su obra, no es más que el lienzo sobre el cual se desenvuelven estos cuestionamientos, son el reflejo distorsionado del humano siendo consumido por su entorno natural.