El contexto es como pedir permiso, mejor hay que poner el culo compañero

por Juana Anuarí - 2022
La pedra y la pancha completamente desnudas bajo el sol de mediodía, arriba de una yegua pasearon sus cuerpos maricones por la ciudad en plena dictadura. En el camino hacia el campus Juan Gómez Millas, se escucharon los aplausos de un grupo de colegiales que justo salían de clases. Era 1988 y las Yeguas del Apocalipsis irrumpieron con su performance “Refundación de la Universidad de Chile”, guiados por las poetas Carmen Berenguer, Carolina Jerez y Nadia Prado. “Quisimos parodiar la fundación de Santiago por Pedro de Valdivia” dijo Pedro Lemebel. 

Aquel Lemebel que tanto fue ocupado en afiches y contiendas políticas de esta sospechosa cueca democrática, fundida entre cuatro paredes en el Acuerdo de Paz y Nueva Constitución que firmaron los partidos políticos el 15 de noviembre de 2019.

Ocupar el cuerpo como herramienta de manifestación política frente a un régimen heteronormado, encarnado en el Estado y sus instituciones, en las iglesias y sus dogmas. Y en la familia reproductiva como núcleo de la sociedad. Siempre produce ronchas de moral y buenas costumbres.

Reflejo de esto son los innumerables comentarios que dejó la performance de Las Indetectables en Valparaíso. Y junto a ello la casa de brujas transformada en persecución legal que ha suscitado el acto. Desde querellas de este gobierno que se hace llamar “feminista”, apoyado por varios grupos de “disidencias sexuales” en los partidos que conforman el oficialismo. Han devenido en verdaderos policías queriendo condenar a como dé lugar este acto que atenta contra “el pudor y los emblemas patrios”. (cito a la diputada Karol Cariola y a la ministra Camila Vallejos)
Mucho se ha ocupado como excusa el contexto. Y yo me pregunto, ¿Cuál es el contexto? Acaso las manifestaciones políticas y artísticas necesitan un marco, un grupo específico de gente, un museo, un cuarto, una galería. El contexto en el arte del performance es el territorio de la calle, fuera de los espacios tradicionales, buscando un reposicionamiento en la creación artística y transformar e incomodar las estructuras tan bien portadas, de una sociedad fundada en los cuerpos normados e higiénicos. 

Cito a la artista visual Gisele Freyberger, que establece que lo público es un espacio de intercambio y de movimiento continuo, que trabaja en contra de la progresiva despolitización. Establecer condena y reprimenda a mostrar el culo en un acto público, excusándose en la niñez. Es obviar la continua violencia que sufren lxs niñxs a la norma del género. Eso es realmente grotesco y traumante. 

El culo es sobrevivencia frente a la precariedad que el mismo Estado de Chile y sus instituciones han permitido. Sacarse una bandera de él es un acto de subversión a la política de exterminio, complicidad y no acción, a las muertes que año a año llenan esos informes del Movilh y que corresponden a compañeras travas, maricas y no binaries. Que bajo la algarabía de la pomposa campaña del apruebo, son olvidadas o utilizadas.

Porque cuando un cuerpo de mujer cisgénero sexualizado por el patriarcado en la tv nacional chilena, pintada desnuda y tirándose a una piscina con cientos de espectadores es aplaudida. Y una compañera travesti mostrando el culo y su grupo musical son perseguidas a nivel social, legal y político. Me parece que no caben los argumentos ni del contexto, ni de la niñez. Y muestra el nivel de hipocresía de un país temeroso de la diferencia, de los cuerpos que salen de su norma y de la majadería del “fino arte” que no incomoda, calladito y cómplice.