Chile: Las calles han revelado tu impunidad

por Rodolfo Andaur - 2020
El arte que vimos por estos días en las calles, al contrario del habitual, es aquel que siempre soñó con la revuelta e imaginó previamente cuál sería su posición frente a ella.
Carolina Olmedo Carrasco[1]


Colectivo ultimaesperanza, acción fachada Intendencia de Magallanes, 30 de octubre 2019. Fotografía digital.

Es difícil y, por momentos, provoca un doloroso estupor observar cómo el gobierno de Sebastián Piñera ha estado reprimiendo, durante todo un año, a las multitudinarias disidencias que han implorado por justicia ante los actos de lesa humanidad cometidos por las Fuerzas Armadas y de Orden a raíz de la revolución que enardeció el 18 de octubre del 2019.

No cabe duda que los incontables actos de violencia, cometidos por estos funcionarios públicos, además han generado el levantamiento de una lucha transversal en contra de la actual desazón social y la excesiva inequidad que ha reflejado Chile en las últimas décadas. Por lo que la gestión presidencial en La Moneda, amparada por un sistema estatal prácticamente al borde del fracaso, ha provocado en la diaria convivencia un inherente encono ciudadano.

Somos millones los sensibles y actuamos con la incertidumbre que proyecta el derrumbe de un modelo. Al mismo tiempo, asumimos que gran parte de este conflicto sicopolítico también reventó por la vehemencia de una clase política que actúa como cómplice y negacionista de miles de vejámenes que hemos atestiguado con horror. Empero, este rincón de Sudamérica es bastante conocido por el sitial que ha construido para atesorar sus armas, producir montajes y, sobre todo, fortalecer la corrupción.

Delight Lab, “6ta intervención”, 24 de octubre del 2019. Créditos fotográficos Gonzalo Donoso.


Cristobal Barrientos, “sin título”, 25 de octubre 2019. Fotografía análoga 35mm.



Ahora, si analizamos en retrospectiva, el alza en el metro de Santiago provocó que unos litros de bencina fueran derramados en las barricadas que ya existían en incontables rincones urbanos y rurales. En ese instante, la población ya estaba organizada en diversos conclaves que han tenido como objetivo recalcar el sino de un Estado opresor que actúa secuestrado por las transnacionales.

La mayoría de quienes residen en Chile se han manifestado y seguirán manifestándose mientras el delirio de los políticos continúe promoviendo desiguales ejercicios que desafortunadamente ya forman parte de la estructura del Estado. Por lo mismo, la estrategia de este desgobierno, para controlar a este gran número de manifestantes, ha provocado que la acción policial y militar consoliden escalofriantes apremios ilegítimos.

A estas alturas y ante la inesperada crisis sanitaria local, hemos confirmado la incompetencia de los jueces y legisladores que liderados, en esta ocasión, por un magnate han distorsionado lo que conocíamos como democracia, esa democracia que solo ha sido experimentada por los privilegiados de siempre y sus familias que están corrompidos por eternos conflictos de interés territorial y extractivista. De estos casos tenemos para forrar casi toda la cordillera de Los Andes.

Enfrentando esta pusilánime impronta, las organizaciones sociales y, en la mayoría de los casos, personas de diferentes edades y clases sociales han estado exigiendo dignidad, igualdad y el cese de la represión desmedida a las incontables expresiones cívicas que nos han invitado a revisar el sistema dentro del cual respiramos, y desde una visión colectiva y participativa cuestionarnos que tipo de democracia deseamos. No obstante, el Estado ha arremetido con limitar nuestras libertades habituales y también censurar aquellos símbolos que han sobresalido para decir simplemente: ¡basta!

Pues bien tenemos sobre la mesa, de norte a sur, infinitos casos de lesa humanidad aún sin resolver. Una carga para nuestra conciencia y para la inconciencia tanto de quienes nos gobiernan, como de la inoperante oposición que no ha estado a la altura de las circunstancias. Nunca olviden que si en la actualidad condenamos a los políticos es, simplemente, porque nuestro reclamo forma parte de un derecho ineludible que nos ha entregado la interminable transición democrática en la que hemos estado envueltos.

El abuso del Estado y la de sus administradores – hechos del ayer y hoy–, carcomerá nuestras molleras e instalará sus efectos emocionales durante mucho tiempo. El sistema ha errado y aparece consumido por la neoliberalidad. En este sentido, llego el momento que asumamos colectivamente la responsabilidad. Es cierto, hemos omitido por años este hecho, pero como sociedad ya no debemos seguir analizando cómo el romance político-empresarial ha maquillado y escondido las monumentales injusticias que la copia feliz del edén ha promovido.



Sarai Saldivia Vargas, “Nebulosa normalidad”, 2 de noviembre 2019. Fotografía digital.






Acción colaborativa dignidad, Tribunales de Concepción, 26 de abril 2020. Coordinación Leslie Fernández. Créditos fotográficos Oscar Concha.
 



Nunca olvidemos que los modelos neo-liberales impuestos en diferentes lugares del mundo han prevalecido de la mano de la violencia, como lo escribió certeramente la filósofa feminista Sayak Valencia: “La violencia y su espectacularización se erigen como vectores transversales a todos los campos del conocimiento y la acción, constituyéndose como el modelo por antonomasia de interpretación de la actualidad, así como los creadores fundamentales de una episteme g-local que se extiende desde las periferias hasta los centros del planeta y viceversa.”[2]

Chile es un país destacado por respetar a raja tabla los decálogos, insignias y maquetas del neoliberalismo. En este sentido: “ser de una cultura del hiperconsumo se deriva, como consecuencia lógica, de las prácticas políticas y de la emergencia de la nueva clase dirigente: los empresarios. En el concepto de cultura actual ya no hay espacio para los héroes, sólo para los publicistas”.[3]


Hoy me levanté mirando el calendario. Es domingo 18 de octubre del 2020 y continúo impactado por la situación política nacional y, en especial, sobre la secuela que ha tenido la disparatada e impetuosa reacción de este desgobierno y sus secuaces. Todos ellos han estado enfocados, con el transcurso del tiempo, en preservar un modelo económico que requiere de una urgente revisión.





Con este historial, la consigna ‘Chile despertó’ también sucumbió dentro del campo transdisciplinar de las artes visuales ya que el denominado ‘estallido social’ ha sido catalogado como un instante heteróclito en la historia de los movimientos sociales de las últimas décadas. Siguiendo este panorama, la mayoría de los lobistas de las artes de la visualidad no se han atrevido a denunciar las complejidades del laxante neoliberal. Esa maldita pócima que ha educado a un grupo de civiles amantes del arte bajo la distorsión sistemática de lo qué es Chile para la geografía humana y cuáles son sus verdaderas problemáticas étnicas y medioambientales.


Por ejemplo, un par, con tribuna en diferentes medios de comunicación, ha negado los miles de delitos de lesa humanidad ejecutados durante este año, mientras que otros tantos han complotado con un oficialismo criminal para masificar, en las actividades culturales, una falsa normalidad en el cotidiano. Una breve explicación para esto, es que en estas cofradías actúan nuevamente esos lobistas que se han restregado con aquellos promotores y compradores de arte contemporáneo que por estos días lucen momificados por el empresariado, ese empresariado que pone en sus vitrinas la autocracia como la gran liquidación del año y que le exige al autoritarismo de La Moneda la regulación de nuestras libertades individuales y colectivas. Es bien conocida esta última oferta.


La marca ‘arte contemporáneo chileno’ es un designio que instala un mercado del arte cada vez más alejado de la objetividad de los relatos de estos lamentables sucesos. Es esta marca la que puntualiza en el absolutismo, uno bastante conocido e instalado desde ‘Provicura’. Y es más, en la mayoría de los casos, un espacio que mercadea con los artistas no propone un sitial para el raciocinio, sino que convierten estos sitios en simples activos neoliberales dentro de un ambiente que potencia un evidente vacío de ideas. No obstante, y para alivianar esta decepción cultural, irrumpen en diversos puntos del país un grupo de artistas, activistas, pensadores y plataformas alternativas que han volcado sus reflexiones a través del espacio público sobre este innegable quiebre de la democracia. Porque un Estado que financia y promueve la impunidad, en materia de derechos humanos, difícilmente podrá fortalecer su democracia.




Morin Guitart, “Verte Arder”, 7 de noviembre del 2019. Impresión digital.








Francisca Parada y Jason Valderrama, Plaza Dignidad, 7 de diciembre 2019. Técnica paste up.




Romy Alarcón, registro performance “La Primera Dama”, 13 de septiembre 2020. Fotografía digital.

La calle y sus hitos, recovecos y texturas han posibilitado la producción y colectivización de imágenes en diferentes ciudades y pueblos. Un hecho que ha construido un referente para estudiar la práctica de las artes visuales y confirmar que con la situación social, cultural y política actual la doxa del arte seguirá en las calles.

Para resumir esta idea, dejémonos llevar por el pulso callejero y veamos al espacio público como un ágora que intercala el pensamiento crítico con el debate político que un país como este necesita. Veamos también a las calles como los tribunales de justicia y el congreso ya que la mayor parte de estas propuestas pasan a transformarse en sucesos poéticos que transcriben las voces y los signoss que exteriorizan la fragilidad de un periodo plagado de la virulencia de una clase política que sigue estando orgullosa de gobernar en el llamado ‘oasis’ de América Latina.



Pésimo Servicio, “Acción Chile Mata”, Quinta de Los Nuñez, 14 diciembre 2019.




El Rayo Verde Editorial (Francisca Geisse, Alejandra Saldivia y Cecilia Coddou), 17 de enero del 2020. Impresión laser sobre bond.



1. Ver en http://www.revistarosa.cl/2019/11/18/aute-culture/
2.  VALENCIA, Sayak, Capitalismo Gore. Cap. 1 Estallido del Estado como formación política (Tenerife: Editorial Melusina, 2010) p. 26.
3. Ibíd., p. 32.