Cegada por Ardor: Una pequeña reflexión sobre el deseo y la imagen

por Juana Balcazar - 2023
Qué miramos cuando miramos. Cuando una fotografía aparece y es más que una fotografía, un cuerpo, una patada, un mordisco a la carne de quien está del otro lado; en la sala del museo, en la pieza mirando un fotolibro, en la sala de cine. Traigo a la memoria el trabajo de Ana Mendieta con sus siluetas y la intervención en la naturaleza. Con tan solo este acto, Mendieta te obliga, te toma de la mano y arrastra a la impermanencia de lo humano. ¿Y qué pasa con lo audiovisual? La imagen pasa a constituirse en fotogramas que nos envuelven, existen voces, sonidos y el mensaje, si es que hay uno o no (los dos cuentan para mí), te aceleran el corazón, pero, aun así, la pregunta continua: ¿Qué miramos cuando miramos?

El deseo puede ser una respuesta a esta pregunta, el qué nos produce placer se ha intrincado en nuestro ojo de maneras sutiles y bastante obvias. Recuerdo el calendario colgado en la casa de mi abuelo, ahí, una mujer rubia, altísima y en bikini sostiene una cerveza ¡Qué placer en los ojos de los hombres! Retratado en aquel cuarto, lo vendido como “deseable” representado solo en una foto.

Pero requiero saltar a otra línea temporal, a los catorce años por primera vez tuve acceso a un computador, con un internet lentísimo escribí en la barra de búsqueda: “hombre desnudo”. De repente, mientras cargaba la página, una fotografía de un musculoso ser de tez blanca se apoderó de mis pupilas, esa imagen traspasó cualquier idea de mi precoz inquietud sexual. Un hombre desnudo, era igual a un hombre musculoso, blanco, rubio, fuerte, con un pene grande, duro y jugoso.

¿Miramos realmente una fotografía? ¿O lo que entendemos previamente como lo fotografiado se apodera de nuestra visión? Subjetividad, es la palabra. Y en lo subjetivo ¿dónde cabe el deseo? ¿Cómo se construye? Una respuesta larga, en el caso del deseo, un montón de formas de lo heterosexual inundan nuestra percepción de lo que parece un libre albedrío, ¿por qué deseamos lo que deseamos? Quizás la respuesta está donde se rompe la idea del deseo, de lo heterosexual, de lo binario. Y aquí es donde la fotografía puede incluso encender fuego a esas subjetividades.

Otra autora traigo a la memoria, esta vez contemporánea. Hace poco vi el cortometraje “Cegada por ardor” de la artista nacional Diego Argote, mi querida Diego, nos conocimos por primera vez en persona después de entrevistarla el 2020 para Letargo. Esta vez no fue un computador, sino que pudimos compartir en vivo en la Muestra Internacional de Cine y Placeres Críticos Excéntrico. Un evento único en Chile y Latinoamérica donde se propone la mirada de la pornografía crítica como un espacio donde cuestionar lo que vemos, aquí se da cabida a otros cuerpos, deseos, formas cochinas de lo posible. Estirando esa imagen machirula de deseo masculino que busqué a mis catorce años en ese computador Windows 95.
¿Miramos realmente una fotografía? ¿O lo que entendemos previamente como lo fotografiado se apodera de nuestra visión? Subjetividad, es la palabra. Y en lo subjetivo ¿dónde cabe el deseo? ¿Cómo se construye? Una respuesta larga, en el caso del deseo, un montón de formas de lo heterosexual inundan nuestra percepción de lo que parece un libre albedrío, ¿por qué deseamos lo que deseamos? Quizás la respuesta está donde se rompe la idea del deseo, de lo heterosexual, de lo binario. Y aquí es donde la fotografía puede incluso encender fuego a esas subjetividades.

Otra autora traigo a la memoria, esta vez contemporánea. Hace poco vi el cortometraje “Cegada por ardor” de la artista nacional Diego Argote, mi querida Diego, nos conocimos por primera vez en persona después de entrevistarla el 2020 para Letargo. Esta vez no fue un computador, sino que pudimos compartir en vivo en la Muestra Internacional de Cine y Placeres Críticos Excéntrico. Un evento único en Chile y Latinoamérica donde se propone la mirada de la pornografía crítica como un espacio donde cuestionar lo que vemos, aquí se da cabida a otros cuerpos, deseos, formas cochinas de lo posible. Estirando esa imagen machirula de deseo masculino que busqué a mis catorce años en ese computador Windows 95.

Diego aborda desde una perspectiva crítica, disidente y memorística la noción de identidad. En su corto late la incertidumbre, el peligro al cual estamos expuestas las mariconas fuertes frente a los encuentros fortuitos y la búsqueda del deseo, de ser deseada. Su fotografía convertida en movimiento, en voz escuchada a través de esa pantalla grande, remece y toma, toma tu mano y te arrastra tal como Ana Mendieta, responde incluso la pregunta del inicio de este apunte: ¿Qué miramos cuando miramos?:  ¡Bueno mírame a mí! Responde Diego.

Somos tan cegadas por ardor, que se moviliza en el trabajo de Argote la piel marcada como memoria que perturba. Aquí nace una nueva subjetividad, y ya no solo miramos un cortometraje, observamos un mundo complejo donde en una habitación se encuentra el cuerpo desnudo, frágil, inhóspito. La Diego hinca su cuerpo desobediente ante la subjetividad heterosexual y crea la suya, propia, armada desde un deseo fuera de lo deseado. Una imagen desmontada, es ella la fotografía en su noción biográfica. Atravesando también sus implicancias políticas, sociales y culturales con una mirada seropositiva y transfeminista.




En aquella entrevista hecha el 2020, le pregunté a Diego: ¿Cómo es el reconstruir a través del arte diferentes luchas?, a lo que me respondió: “No estamos solas, estas mismas memorias que yo comienzo a develar las comparten muchas personas. Compañeras travestis que han sido golpeadas y chicos homosexuales que son asesinados a pesar que vivimos en esta ‘democracia’, que no lo es. Lo veo como si fuese maleza que la gente quiere arrancar, la gente que vive en la norma y también en la homonorma”.

El trabajo de Argote trae consigo un ímpetu que mueve el eje de lo que entendemos como imagen, tal como lo estableció Roland Barthes, se establece lo inclasificable por lo retratado, también en el corto “Cegada por Ardor”, donde la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. Me remito entonces a una de las últimas preguntas establecidas en este apunte, ¿Por qué deseamos lo que deseamos? Una respuesta es la labor artística de Diego, y cómo su propia vivencia, cuerpo y memoria, hablan dentro de la propia fotografía, pensando otras formas posibles del placer.