Cien ojos de Piedra
por Joaquín Rodríguez - 2021
Cien ojos de Piedra es el título del primer fotolibro de la fotógrafa chilena Carolina Candia, que fue lanzado a finales de 2020.
La introducción que hace la autora en la primera página del libro, señala que es un “ensayo fotográfico, resultado de una catarsis ambigua y disonante, de procesos íntimos que se relacionan con habitar un cuerpo como primer territorio, en un espacio físico que tambalea entre la Patagonia y la ciudad de Santiago de Chile”.
Tal como se advierte, la bucólica atmósfera patagona está presente durante todo el relato, aunque de manera más bien melancólica y sombría, haciendo una analogía entre la crudeza del paisaje y vivencias propias de quien habita en un territorio hostil.
Entre líneas se dejan ver situaciones que seguramente ha pasado la autora, creando un relato de cierta manera autobiográfico pero que necesariamente abarca temas y problemáticas colectivas, como la maternidad, la pérdida, la soledad…
La introducción que hace la autora en la primera página del libro, señala que es un “ensayo fotográfico, resultado de una catarsis ambigua y disonante, de procesos íntimos que se relacionan con habitar un cuerpo como primer territorio, en un espacio físico que tambalea entre la Patagonia y la ciudad de Santiago de Chile”.
Tal como se advierte, la bucólica atmósfera patagona está presente durante todo el relato, aunque de manera más bien melancólica y sombría, haciendo una analogía entre la crudeza del paisaje y vivencias propias de quien habita en un territorio hostil.
Entre líneas se dejan ver situaciones que seguramente ha pasado la autora, creando un relato de cierta manera autobiográfico pero que necesariamente abarca temas y problemáticas colectivas, como la maternidad, la pérdida, la soledad…
Las imágenes que contiene están cargadas con un halo de misterio y abstracción. Si bien no todas son en blanco y negro, los colores que se dejan ver en algunas páginas son escasos y parecen querer ocultar información, dejarnos solamente con lo esencial y más primitivo, con la sensación.
El formato de acordeón, por su parte, logra disolver la linealidad presentando las fotografías de manera azarosa, sin que exista una primera ni una última. De esta forma, el relato se nos muestra como un viaje quizás no resuelto, que guarda secretos en cada rincón, y nos hace cómplices al inmiscuirnos y tratar de adivinar qué esconden aquellos medios tonos perdidos en las sombras.
El formato de acordeón, por su parte, logra disolver la linealidad presentando las fotografías de manera azarosa, sin que exista una primera ni una última. De esta forma, el relato se nos muestra como un viaje quizás no resuelto, que guarda secretos en cada rincón, y nos hace cómplices al inmiscuirnos y tratar de adivinar qué esconden aquellos medios tonos perdidos en las sombras.